miércoles, 24 de septiembre de 2008

AUTOBIOGRAFÍAS AJENAS, ANTONIO TABUCCHI

Antonio Tabucchi tiene la virtud de convertir en materia narrativa todo aquello que teje su imaginación. En Autobiografías ajenas (Anagrama, 2006. Trad. Carlos Gumpert) hace que la escritura y los actos de escribir y de leer conformen los pasillos del laberinto en el que penetran juntos autor y lector a fin de desentrañar la trama, el tejido, el texto de una novela o de cualquier otra obra literaria.
No es gratuito el fragmento epigráfico de Josep Conrad que encabeza estas Autobiografías y cuya primera frase dice: "Primero se crea la obra, y sólo después se reflexiona sobre ella". No lo es, porque sobre esta premisa reflexiona Tabucchi acerca de su obra llamando a las reflexiones "Poéticas a posteriori". La experiencia le revela a él, y a través de él al lector, que cada historia narrada/escrita ya le había sucedido a alguien -acaso a él- en "alguna parte". En definitiva, que es una autobiografía ajena. "Tal descubrimiento me turbó. Y no sé si para amansar esa turbación o para afrontarla mejor en su perentoria evidencia, escribí rápidamente otra carta, que titulé Futuro anterior".
Desde ese lenguaje que surge de la complicidad en el silencio entre un padre mudo y su hijo que no lo es, y que sólo escuchan en la palabra escrita, hasta los pequeños incidentes biográficos que sirven de partida de historias que se enfrentan no sólo a sus propios personajes sino también a aquellos que se identifican con ellos; hasta esas cartas que obran de sustentos de vidas, siempre bajo el voluntarioso cometido de que en el libro no ocurra aquello que en realidad ya había sucedido, el recorrido de Antonio Tabucchi nos descubre algunos entresijos del acto de crear.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

LEONARDO DA VINCI, SIGMUND FREUD

La lectura de Leonardo da Vinci, de Sigmund Freud (Belacqva, 2007, trad. Paula Kuffer), es apasionante. El padre del psicoanálisis penetra a través de sus escritos y de algunas de sus obras plásticas en el espíritu del artista. Los capítulos dedicados a la Mona Lisa y a Santa Ana, María y el Niño constituyen uno de los análisis más inteligentes y reveladores de la naturaleza de los impulsos creadores de la historia del arte. Pero del mismo modo que la célebre sonrisa leonardesca que Da Vinci «descubrió» en Mona Lisa del Giocondo resulta enigmática, el texto de Freud, que es además la única biografía que escribió, resulta inquietante.
El análisis psicoanalítico que se plantea parte de un supuesto sueño o fantasía infantil que Leonardo incluyó en sus escritos. «...Un buitre se acercó a mí, me abrió la boca con la cola y me golpeó con ella en los labios repetidas veces.» A partir de esta traducción incorrecta, como apunta la traductora, ya que en el original no habla de un buitre sino de un milano (nibio), Freud sustenta, apoyándose en la idea mitológica del buitre unisexual, toda su argumentación psicoanalítica sobre la personalidad de Leonardo. En primera instancia, el lector interpreta que todo el andamiaje analítico carece de sentido; se pregunta a su vez cómo es posible que un estudioso como Freud cometa este error garrafal. Pero, a medida que avanza en la lectura intuye la verosimilitud de la especulación y que aquello que alimenta el texto no es el hecho de que sea «buitre» o «milano», sino el carácter simbólico de la cola de un pájaro introduciéndose en la boca de un niño. Acaso por esta razón Carl Jung le dijo a Freud que esta biografía de Leonardo da Vinci era «maravillosa».

viernes, 5 de septiembre de 2008

EL ASOMBROSO VIAJE DE POMPONIO FLATO, EDUARDO MENDOZA

Eduardo Mendoza es, como bien lo reconoce la crítica, un escritor dotado para la narración. La verdad sobre el caso Savolta es sin duda una de las mejores novelas españolas del último cuarto del siglo XX. La producción posterior, incluida La ciudad de los prodigios, no alcanza el nivel de aquélla, pero tienen ese punto de ironía inteligente que seduce. Este es, para mí, el atractivo de El asombroso viaje de Pomponio Flato (Seix Barral, 2008). Bordeando la escatología propia del humor catalán, Mendoza crea un simpático y tierno personaje cuyo modelo parece ser Plinio el Viejo, cuya curiosidad por la Naturaleza lo lleva a los más apartados rincones del Imperio romano. Es así que va a parar a Galilea donde se permite un picante encuentro cultural-religioso entre el mundo griego y el judío precristiano. La figura de un Jesús niño es precisamente la que le sirve de referencia para recrear a modo de «regreso al futuro» las andanzas de la Sagrada Familia y de la Pasión de Cristo protagonizadas por el carpintero José como escenario de una intriga criminal que el flatulento Pomponio Flato acabará por resolver, como el inspector Cluzot resolvía los casos de la Pantera rosa.

lunes, 1 de septiembre de 2008

EL CASTILLO DE LOS DESTINOS CRUZADOS, ÍTALO CALVINO


Hay escritores con una profunda identificación con la escritura, pues saben que la lengua es la fuente de todas las historias factibles de ser narradas. Algunos de estos escritores, conscientes de su alta comunión con la palabra, son capaces de someterse a duras pruebas, entre las cuales acaso la más difícil sea la de forzar la narración a partir de una historia predeterminada. Esto es lo que hace Ítalo Calvino en El castillo de los destinos cruzados (Siruela, 1989, trad. Aurora Bernárdez). A partir del alineamiento de cartas de los tarots de Visconti y de Marsella, Calvino se propone un audaz juego narrativo del que no sale indemne.
«...No todas las historias -confiesa Calvino en las notas finales de su libro- que lograba componer visulamente alieando las cartas daban un buen resultado cuando empezaba a escribirlas; las había que no ponían en marcha la escritura y que debía eliminar porque hubieran bajado el nivel del texto, y había otras en cambio que superaban la pureba y adquirían en seguida la fuerza de cohesín de la palabra escrita que, una vez escrita, no hay modo de cambiarla de lugar. [Pero] Así, cuando volvía a disponer las cartas en función de las nuevos textos que había escrito, las constricciones y los impedimentos que debía tomar en cuenta habían aumentado aún más».


Frente a estas dificultades, Ítalo Calvino confiesa que trató de rebajar «el material verbal» al nivel de un «borboteo sonámbulo. Pero cuando trataba de reescribir -anota- según este código páginas en las que se había aglutinado una envoltura de referencias literarias, éstas oponían resistencia y me bloqueaban».


La experiencia deviene frustración para el escritor. El castillo de los destinos cruzados es un bello y aleccionador fracaso, pero fracaso al fin,