miércoles, 26 de noviembre de 2008

EL MUNDO EN EL OÍDO, Ramón Andrés

La condición de poeta confiere a Ramón Andrés una especial sensibilidad para oír y comprender la música como expresión del sonido primordial del mundo. Sus trabajos de investigación y reflexión sobre el hecho musical, sus compositores -Bach, Mozart-, sus instrumentos y lo que el llama «oculta filosofía» de la música. El mundo en el oído. El nacimiento de la música en la cultura (Acantilado, 2008) es un hermoso viaje a las fuentes del sonido y a su progresiva articulación como lenguaje y como música como parte del proceso de formación y evolución de la cultura.
Desde el mismo inicio de este libro, RA pone de manifiesto el íntimo vínculo entre oído y conocimiento trayendo el testimonio de Agustín de Hipona para decir que la música es «la propiciadora del encuentro interior de cada uno». Un encuentro que se produce en tanto que la música es un «elemento de comunicación, instrumento imitativo de la naturaleza y a la vez generador de un lenguaje que revela la idea de un más allá». Pero, RA profundiza más aún cuando apunta que, antes que la música, el factor determinante en la constitución del entendimiento en el ser humano fue el sonido mismo. De aquí deduce que «oír, escuchar, es presentir, y presentir conduce a pensar».
La lectura de El mundo en el oído a partir de este planteamiento deviene apasionante aventura, en cuya vivencia el lector descubre un territorio donde el portentoso edificio musical alberga todas las expresiones del pensamiento humano y de la acción civilizadora que ha conformado y conforma el mundo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

LOS AÑOS CONTADOS, José Luis Giménez-Frontín

Los años contados (Bruguera, 2008), de José Luis Giménez-Frontín no es una autobiografía, sino un libro de memorias. Partiendo de su experiencia personal, vital e intelectual, G-F recrea el paisaje de una ciudad y de una época descubriendo al lector los entresijos afectivos y odiosos por donde discurren las relaciones humanas. La apelación a la memoria personal, si bien sitúa al autor como eje del relato, no se revela como un ejercicio narcisista sino como indagación de un tiempo y un territorio que merecen ser narrados. Esta cuestión es lo que, entre otras cosas, justifica el título.
G-F sin eludir el testimonio de su participación, marca una distancia irónica con el personaje que lo representa, para, de este modo, contar unos años con pasión y hasta con ternura -especialmente lo relativo a su parentela-, pero sin mayores concesiones a otra cosa que no sea su verdad de los hechos narrados. Al establecer estas honestas reglas del juego, que quedan meridianamente claras desde el mismo titulo, G-F sienta las bases para una narración veraz de una hermosa crónica sentimental. Un soberbio fresco de la vida cultural de Barcelona.
Sin embargo, llama mucho la atención que muchos cronistas -salvo algunas honrosas excepciones como David Castillo o Miquel de Palol- hasta ahora no hayan dicho esta boca es mía. Conjeturo (atrevidamente) que el pretendido cosmopolitismo que se le atribuye a esta ciudad es sólo marketing turístico. Cultura de rambla, chata y provinciana que opta por el ninguneo o el menoscabo cuando no está segura de lo que se está diciendo. Quizás, porque en el fondo su elite cultural padece un complejo de inferioridad que le impide reconocer a las voces no institucionalizadas, un complejo que le hace volver su mirada al ombligo de las esencias patrias y no le deja proyectar su cultura y mucho menos proyectarse a sí misma más allá de la "nación".

miércoles, 12 de noviembre de 2008

CARTA A LORD CHANDOS, Hugo von Hofmannsthal

Acompañada del ensayo La herrumbre de los signos, de Claudio Magris, la Carta de Lord Chandos (Alianza, 2008- Trad. Antón Dieterich/Pilar Estelrich), de Hugo von Hofmmanthal, fechada en 1901, trata del lenguaje y de su imposibilidad para expresar las «verdades fundamentales y profundas de la vida», como apunta George Steiner.
Lord Chandos, joven y brillante poeta, anuncia en una carta al filósofo Francis Bacon su intención de no escribir más, de sumirse en el silencio, «frente a la repetida agresión de la vida moderna», para decirlo en palabras de Claudio Magris.
La decisión es fruto de un proceso que se inicia cuando siente «un incomprensible malestar a la hora de pronunciar siquiera las palabras "espíritu", "alma" o "cuerpo"», palabras que suponían conceptos alrededor de los cuales podía moverse, pero advirtiendo que «sólo se ocupaban de ellos mismos, y lo más profundo, lo personal de mi pensamiento quedaba excluido», mientras ellos se deshacían en su boca como «hongos podridos».
En su estado de hipersensibilidad, Chandos siente que la naturaleza, las cosas del mundo le hablan y lo desbordan con una lengua muda que no tiene correlato con ninguna lengua hablada, porque ninguna de estas contiene palabras que se relacionen con la verdad del más sencillo de los objetos. Es así como Chandos, después de sentir «como si mi cuerpo estuviese compuesto de claves» que le revelan todo el orden existencial, se sitúa al borde del abismo, porque no puede «describir con palabras razonables en qué había consistido esa armonía que me invade a mí y al mundo entero ni cómo se me había hecho perceptible, del mismo modo que tampoco podría decir algo concreto sobre los movimientos internos de mis entrañas o los estancamientos de mi sangre».
Aludiendo a la «triada clave» -lenguaje, verdad y lógica-, que parecen estar en el discurso de Hofmmansthal Steiner dice que «la auténtica significación exige pruebas» y trae a colación el final del Tractatus de Ludwig Wittgenstein que dice «sobre lo que no se puede hablar, hay que callar».