miércoles, 12 de enero de 2011

MIGUEL DE CERVANTES, El Quijote

1ª edición castellana
1ª edición gallega
  
La lectura de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, constituye una de las experiencias más gratificantes para cualquier espíritu sensible. Esto no debe tomarse como una frase hecha, como un tópico sobre esta obra gigantesca de la literatura universal, sino como la más cabal expresión de una realidad poética.

El Quijote es, no obstante su reconocimiento, una obra menos leída de lo que muchos dicen. Ni siquiera en los tan populares talleres ni escuelas de escritura figura en sus planes, cuando si su lectura es importante para cualquier persona, mucho más lo es para los aspirantes a escritores, quienes se enfrentarán a propuestas y registros técnicos que fundamentan toda la narrativa moderna, además de una de las más soberbias indagaciones sobre el carácter de los comportamientos sociales e individuales y la naturaleza del alma humana. Más allá de la escenificación de un loco arremetiendo contra los molinos de vientos basta pensar en el comportamiento del personaje en diferentes episodios para tener una pauta conmovedora de la originalidad y densidad de la obra. Uno de los méritos fundamentales del libro de Cervantes es haber dotado a su protagonista de una brillante armadura ética admirablemente resuelta al final del libro, cuando don Quijote empieza deslocarse y diluirse «como humo en el viento» para vivir eternamente en el imaginario como paladín de la justicia mientra deja el trance de la muerte al hombre de carne que es don Alonso Quijano.
Por esto y otros muchísimos factores, la [re] lectura de El Quijote sigue siendo valiosa para el crecimiento individual en tiempos tan o más revueltos que le tocó vivir a don Miguel de Cervantes. Por este motivo, es loable la iniciativa de la Biblioteca Nacional de colgar en la red un Quijote interactivo al que se puede acceder con gran facilidad.

miércoles, 5 de enero de 2011

W.B. YEATS, La escalera de caracol y otros poemas



William Butler Yeats (1865-1939) es uno de los mayores poetas del siglo XX, entre cuyas obras del período que él llamó de su «segunda pubertad» ocupa un lugar relevante La escalera de caracol y otros poemas (Linteo, 2009, trad. Antonio Linares Familiar), libro del que, además, conviene destacar las magníficas edición y traducción a la lengua castellana.

A Yeats se le puede considerar uno de los padres de la moderna poesía anglosajona. Él fue uno de quienes, siguiendo la estela de los simbolistas franceses, rompió con el encorsetamiento formal de la poesía inglesa tradicional incorporando a su poderoso verso tanto el aliento de la épica y el tono sagrado de raíces gaélicas como un ardiente y apasionado intimismo.
Desde sus primeras realizaciones, la poesía fue para Yeats un vehículo de búsqueda de una identidad en la que confrontaban las realidades nacionales inglesa e irlandesa y al mismo tiempo la fuerza física, en concreto la sexual, y la capacidad creativa. Tal actitud lo lleva a trascender el imaginario cultural católico-protestante de su entorno social y asomarse a la tradición del mundo celta vestido con el hábito de una lengua madura y moderna que le permitan describir «la furia y el fango de las venas humanas», como escribió en Bizancio. 
En La escalera de caracol y otros poemas, el alto registro poético de W.B.Yeats se traduce en versos desnudos que alumbran elementos esenciales que alcanzan su valor simbólico no como una fabulación intelectual sino como una exaltación de los sentidos. Convencido de la íntima comunión entre la palabra y el cuerpo humano, el poeta había recurrido por esos años a un afamado médico inglés para que le practicara una operación quirúrgica que le devolviera su potencia sexual. Tras ésta, relata Richard Ellmann, escribió al médico una carta en la que le decía que estaba viviendo «una segunda pubertad», que le permitía producir poemas que «estaban entre lo mejor que había escrito». Pero más allá de esta anécdota biográfica, lo importante es que Yeats hizo de este poema su hogar, desde el cual evocó en tono elegíaco a las hermanas Eva y Constance Gore-Booth y dialogó con su alma y con el tiempo. Un intento más de «llevar la realización de la belleza tan lejos como sea posible».

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