sábado, 29 de septiembre de 2012

LOS TRENES SALVAJES, Raúl Herrero



















Los trenes salvajes (Libros del Innombrable, 2011, 2ª edición), de Raúl Herrero es un libro que se vale de la lectura como una vía para entrar en la conciencia del lector con la misma e irresistible fuerza de un tren en marcha. Sus poemas no se atienen a la mesura y cada verso hace crujir las traviesas que aguantan el pensamiento unidireccional del lector-consumidor.

Esta segunda edición «revisada y aumentada por el autor», con textos a modo de prólogo de Antonio Fernández Molina, un apéndice con sendas reseñas de José María Montells y Enrique Villagrasa, y dibujos de Isabel Fernández Echeverría, es la versión de una metáfora exuberante que Raúl Herrero atina a organizar en vagones que transportan una particular carga explosiva.
Después de una invocación a la Musa, que repetirá al final, como el oficiante de un ritual pánico, el poeta se mide con Li-Po y brinda con el ermitaño Ju Si justo antes de iniciar el descenso de esa montaña al pie de la cual pululan los perros y sus vicios. Ese «orbe proterbo» donde el teatro de los hombres plásticos / visita ciudades donde se engulle el olvido y donde la neblina / me niega la forma original de la sustancia. Sin olvido y sin sustancia la realidad que se construye en ese «orbe proterbo» apenas puede sujetarse a hilachas del pasado sin fuerzas siquiera para vislumbrar el horizonte.[cuando el fuego apenas quemaba porque el pasado aún respiraba / y el presente no se construía según la observancia del futuro].
El lenguaje y la imaginería de Raúl Herrero son las vías por las que discurre ese viaje alucinante que ha arrancado en la cumbre de Zhong Nan y que lleva, arrastra, al lector al corazón del absurdo que domina el mundo haciéndole ver a través de las ventanillas los rostros de los mitos industriales -Frank Sinatra, Ivonne de Carlo, Lily Monster, Christina Ricci, Charlot, Thelonious Monk, Paul McCartney- y escenas de películas turbadoras hasta entrar en el oscuro territorio de los monstruos cotidianos que devoran los arquetipos de su especie -Jack the ripper, Nosferatu.
Es precisamente en la estación del vampiro, donde el libro alcanza su punto álgido y la poesía de Raúl Herrero es capaz de traducir en estado puro la latencia del misterio y de la desolación existencial.[En la mansión revolotea humo / que, una vez en el firmamento, / se convierte en otra ave. / Nosferatu, que es cabalista, / yergue la mirada para fulminar / al pájaro con su cautivo reflejo]. Nosferatu, esa «forma de ninguna forma» es un Narciso sin rostro, una víctima del tiempo de la que apenas le sobrevive su «espectro cambiante» que vaga por las galerías de su castillo «como una incorpórea serpiente interminable» [Con ojos invisibles descubro / que mi cabeza, arrastrada por el río, / se dirige al mar].
Pero la salvaje poesía de Herrero no se detiene allí y alcanza los límites de esa realidad donde los objetos reivindican su autonomía y el poeta se confiesa cosificado, pero aún pensante: Vivo en mi estantería, / sentado sobre varios libros. /Camino sobre ellos como un pato / mas no me importa, / porque recuerdo cómo leer. En ese espacio/tiempo externo a la razón es certeza la emancipación de las maletas de sus pasajeros, el avance de la milicia de caracoles y el trabajador vegetal cuya masa cerebral licuificada se mezcla con la saliva hasta que los viajeros, acaso sólo sus maletas, del tren salvaje llegan a la última estación para encontrarse con la «derrota ya pasada». Esa derrota que guarda la paradoja del goce del sufrimiento y de un tiempo en el que ni el pasado, ni la muerte tendrán lugar, / ni siquiera la esperanza volverá
Con ironía, humor -blanco y negro- y una rica imaginería, Raúl Herrero consigue que Los trenes salvajes dejen temblando el realismo y a los realistas y que la realidad de la poesía quede expuesta a los mil registros de la imaginación.

lunes, 24 de septiembre de 2012

BAZA DE COPAS, Ramón García Mateos

Baza de copas: ajuste de cuentas (Edhasa-Castalia Ediciones, 2012), de Ramón García Mateos, llega con la vitola del XXII Premio Tiflos de Cuentos, y con la jerarquía de un riguroso ejercicio narrativo elaborado a partir de una pulsión poética de tradición popular. De aquí que la lectura de este libro se revele como eco de las voces de rapsodas y bardos que, desde el más remoto pasado, han nutrido la memoria colectiva.


Los cuentos y relatos reunidos en Baza de copas: ajuste de cuentas  enuncian el deseo del autor de armonizar el mundo desde su oficio y, aunque diga que «cada cual aguante su vela», no hay aquí cobranzas  de deudas, ni literarias ni personales, que menoscaben la posición del narrador y acoten el sentido último de un libro en cuya escritura late la sinceridad del poeta.

Ramón García Mateos en tanto poeta considera estos artefactos -palabra que usa en homenaje al gran Nicanor Parra- vehículos de relación de hechos más o menos cotidianos que se elevan y elevan a sus protagonistas a la singularidad precisamente por el hecho mismo de ser relatados. Esta intención resulta crucial porque alimenta la oralidad de una escritura literaria a la que la modernidad ha venido despojando de esta característica en favor de la incomunicabilidad y del hermetismo propiciados por las élites culturales. En este sentido, RGM se reivindica no sin orgullo como poeta de raigambre popular, sin que por ello caiga en el costumbrismo o en el simplismo para contentar a los simples. RGM reclama la voz del poeta para que asuma en plenitud su papel social y cuente aquello que, a su juicio, debe ser contado. 

Ramón García Mateos
En este ajuste de cuentas que propone el poeta, poco importa que las piezas que componen Bazas de copas constituyan una mezcla de cuentos, relatos, anécdotas e incluso comentarios, porque lo vital para rehumanizar la expresión escrita es devolverla al arte de contar y restituir el vínculo más directo y entrañable con el otro. No es caprichoso que RGM inicie su serie de cuentos situando al poeta -situándose-, en un lugar público y proyectándolo -proyectándose- como un jugador del far west con la muerte siempre acechándolo por la espalda.[Escribo en los bares. Ocupo un rincón en penumbra, siempre de espaldas a la pared y con la mirada pendiente de la puerta, como en las viejas películas del oeste...]. Porque es desde ese «rincón en penumbra» que puede observar la realidad y contarla sabiendo que el relato de la verdad entraña peligro. Porque el poeta sabe que no hay relato como no hay poema sin verdad. Sin ésta el poema o el relato no son poema o relato sino excrescencias políticas, ideológicas, religiosas o económicas. Y lo que trasunta Baza de copas: ajuste de cuentas es esa vigorosa naturalidad que surge de lo verdadero, de lo esencialmente poético.

lunes, 17 de septiembre de 2012

HOBO, Juan Vico






Juan Vico, como otros jóvenes escritores españoles, reivindica la nouvelle como género significativo de la narrativa. Su Hobo (La Isla de Siltolá, 2012) ejemplifica con autoridad su creencia al dar contenido en apenas un centenar de páginas a la biografía de un músico vagabundo, un hobo, que transita por el paisaje  estadounidense de la gran depresión de los años treinta del siglo XX.

Hobo se define como nouvelle no sólo por la brevedad de la narración sino también por el pequeño formato elegido por la editorial para presentarla como un modo de reafirmación de la tesis defendida por el autor. El hecho de que Juan Vico haya elegido narrar la vida de Bob Skinny Lunceford en pocas páginas no debe tomarse como un capricho sino como una afirmación poética. Una afirmación que, consciente o no, clarifica la vieja confusión que ha acabado separando la poesía y la narrativa, según la cual ésta cuenta y aquella emociona. Una confusión que alimenta la idea de la poesía como vehículo de los sentimientos y la narrativa como recurso expresivo de la realidad.
Independientemente del mayor o menor interés que pueda despertar en el lector la experiencia vital de un músico en un marco histórico determinado, lo importante de Hobo es que sitúa en la modernidad un viejo asunto literario que afecta a la escritura, a los géneros y a la razón de ser de los mismos. La lectura de los libros fundacionales -La Ilíada, La Odisea, la Biblia, etc.- no revelan la música con que fueron dichos, contados, por los poetas que los repetían ni tampoco muchos de los sentidos de las palabras originales. Apenas si son esqueletos de lo que fueron y, sin embargo, cuando se los lee en las lenguas modernas, llega hasta el lector esa poderosa pulsión que los creó. Este latido original es la indestructible alianza entre la música y la palabra que permite a la voz narrante sobrevivir a la devastación del tiempo.
Los poetas -y Juan Vico lo es- saben de esta alianza y tratan de revitalizarla en un contexto vulgarizado por una prosa átona, para devolver a la narrativa las características de su verdadera naturaleza, es decir, la intensidad, la esencialidad y la originalidad de aquello que se cuenta. Es así cómo la lectura de las peripecias vitales de este hobo es capaz de trasmitir, tanto como lo hicieron las canciones de  Woody Goothrie o Pete Seeger  o las novelas de John Steinbeck o John Dos Passos, el drama particular y el paisaje social donde tuvo lugar. Si Hobo resulta verosímil y vital es porque el lector lee oyendo la música/historia de Skinny y como éste se deja «llevar por el canto de guerra» para acabar fascinado viendo «un viejo sin dientes, sentado en el porche de su chabola, que toca una guitarra aún más vieja y castigada mientras entona con insistencia una misma frases  cuyo significado se le escapa por completo».
Sin duda, la historia de Hobo podría haber dado lugar a una novela larga entretenida y plagada de aventuras, pero Juan Vico prefirió condensar en pocas páginas lo esencialmente perdurable que justifica el contenido de toda narración. De todo poema.

Entrevista realizada por Iván Humanes.

jueves, 13 de septiembre de 2012

ENTRE LEONES, Neus Aguado


Neus Aguado (Foto: A.T.)
Neus Aguado es una de las poetas mayores de la poesía en lengua castellana. Su producción se caracteriza por una escritura límpida con la que teje una urdimbre tan delicada como resistente a la acción corrosiva del tiempo y de lo superfluo. Entre Leones     (El Toro de Barro, 2002) constituye una pequeña joya de alto valor poético.

Desde su Paseo présbita (La Gaya Ciencia, 1982), Neus Aguado ha ido construyendo un universo poético propio fundado en una noción sustancial de la palabra a partir de la cual elabora metáforas de sentido que enlazan lo abstracto y lo concreto con extrema sutileza. No hay nudos en la textura del tejido poético de Neus Aguado. En Entre leones -número 23 de los Cuadernos del Mediterráneo editados por Carlos Morales- su voz se eleva desde las lindes del cuerpo y se hace oír con los ecos de esa espiritualidad  característica de los místicos españoles, en particular de Juan de la Cruz, y también de esa poesía amorosa árabe, como la de Hazn de Córdoba, e incluso la que trasuntan los libros bíblicos [Permite que espigue en tus campos / y que después me tienda a tus pies / como si fuese Ruth, como si fueses Booz].
Pero, si bien Neus Aguado, referencia a estos dos personajes que representan el amor como fruto de la abnegación y el sacrificio, la naturaleza de su poética se aproxima más a la sensualidad de Salomón. Es esta sensualidad la que, como una fragancia, da cuerpo al verso y al poema [Blanca hondura en tu voz / que espera ser abierta como una granada, en dos, / blanca hondura en tu voz / como un vino muy dulce...] que descubren lo esencial no del amor sino del vínculo amoroso, porque para la poeta, aquél sólo existe en su consumación y en la memoria de su consumación [He llegado a ti desde otros brazos (...) Acaricia mi cabellos, compartamos la belleza / y cumplamos con el ritual sagrado / y ya no importará si es siempre o nunca, / si es nunca o siempre]. El recuerdo se hace palpable a través de esa voz nutrida de sensaciones -sabores, fragancias, sonoridades, colores, texturas- que le hace decir Tú con tu voz tan blanca de avellana masticada o bien blanda y blanca la hondura manifiesta del decir y del callar, / la expectativa por abrir en dos / como dos nalgas finísimas, como las valvas que conservan el / secreto de los tiempos; / lo más oscuro y limpio.
Neus Aguado, en esta pequeña muestra de su poesía sustantiva que es Entre leones, no consiente el tópico y recrea, con delicadeza no exenta de perplejidad, el camino hacia «el centro» del amor a sabiendas de que su condición sagrada hace imposible alcanzarlo - y nombrarlo- y sólo es posible permanecer en el asombro del amor / orillarlo... porque el amor es el amor es el amor.

jueves, 6 de septiembre de 2012

UN ASUNTO MUERTO, Pedro Tellería




Un asunto muerto (Arte Activo Ediciones, 2011), de Pedro Tellería es una nouvelle que describe con calculado distanciamiento el estado emocional y psicológico de unos personajes a quienes les pesa, por activa o por pasiva, la losa del terror. La escandalosa rutina del miedo surgido del sueño romántico que deviene pesadilla y que se extiende, invisible y devastador, por el cuerpo de la sociedad.

El formato de nouvelle o novela corta adoptado por Pedro Tellería para desarrollar Un asunto muerto le sirve para dotar a la narración de la vigorosa intensidad que proporciona el cuento y al mismo tiempo de la  variedad de recursos de una novela propiamente dicha en cuanto a su extensión. Con estos elementos, Tellería obra una narración cuya escritura no lleva al lector a través del trillado camino de una trama o de una historia argumentada, sino a través de un clima de frustración existencial que es a la vez origen y consecuencia de la violencia,  el miedo y el sentimiento de culpa. 
Al evitar el lugar común, propio de tanta novela negra de consumo masivo, Pedro Tellería [d]escribe un cuadro emocional como trasunto vívido del terror y lo hace a la manera de los grandes maestros de la narrativa de la Guerra Fría, como Graham Green y John Le Carré, es decir, exponiendo con naturalidad el factor humano en el territorio delimitado por el sinsentido de la violencia ideológica. No es casual que los personajes sean un redactor todoterreno de revista y un ¿ex? terrorista que al convenir elaborar el relato del suicidio de otro terrorista descubren hasta qué punto la rutina de sus mutuas actividades ha corrompido sus identidades condicionando sus conductas hasta hacerlas vulnerables a la mecánica del terror.
La originalidad y la virtud de Un asunto muerto radican en la prescidencia de trama, hecho que subvierte radicalmente la concepción narrativa decimonónica canonizada por la posmodernidad, para dar cuenta a través del vínculo circunstancial de dos personajes antitéticos del drama personal y colectivo generado por la violencia terrorista, cuya justificación épica no traspasa los límites de una retórica del absurdo y, consecuentemente, no alcanza nunca la vida cotidiana de sus actores, porque en ellos siempre hay, como fondo de verdad, una frustración sublimada. «A lo largo de la vida [cuenta el terrorista al redactor] tomamos una dirección u otra, cambiamos de meta, nos convencemos de que nuestra identidad es en cada instante la que es. Sin embargo, siempre hay algo que está inmóvil, que no se altera, un plano que nunca cambia y que nos recuerda quiénes somos.[...] Quiero que sepa que la forma como entré en la organización no es un relato cargado de épica ni de ideales. La relación con mis padres nunca fue fluida». De lo cual cabe inferir que la realidad del terrorismo en Un asunto muerto es una entelequia, una realidad que tiene su fin en sí misma y que se nutre encauzando las frustraciones y los impulsos autodestructivos de los individuos de una determinada colectividad.