Lectura de la poeta Sonia Rabinovich de la versión argentina de O las estaciones (Ediciones del Callejón, Los Hornillos, Cba., 2022).
MIS [RE]LECTURAS
«Leer sin meditar es una ocupación inútil». Confucio
domingo, 30 de abril de 2023
O LAS ESTACIONES, Antonio Tello
miércoles, 25 de mayo de 2022
VOCES DEL FUEGO, Antonio Tello
Reseña de Voces del fuego firmada por Silvia N. Barei y publicada en El Corredor Mediterráneo 1005, del 25 de mayo de 2022 (Cartografías, Río Cuarto, Ediciones la yunta, Buenos Aires, 2022)
Leí el año pasado El maestro asador de Antonio Tello y cuando llega a mis manos Voces del fuego asocio inmediatamente los dos libros, aunque después veré que son muy diferentes. Pero es el fuego el que vertebra ambos textos, el ritual de vencer a la muerte con el fulgor luminoso de una llama que hace resurgir a los personajes -hombres, animales, bosques, ríos- de sus cenizas.
El conjunto de relatos me
atrapa inmediatamente no solo por la pulcritud de la escritura sino también por
la situación bifronte de la productividad de la trama entre reflexión
filosófica y ficción. Hay un campo de tensión promovido por diversas geografías
y universos articulados como soporte de una poética cuyo espesor se teje sobre
saberes históricos y literarios.
A veces parece ser el
paisaje de un exiliado que vuelve para reencontrar- ¿tal vez cerrar? - la
incertidumbre, la ambigüedad de extrañas historias reconstruidas desde una
mirada extrañada, lúcida y no desprovista de aflicciones. Otras veces emergen,
entre los pliegues de las subjetividades, formas del miedo, del amor, de la
cobardía o la venganza. El régimen estético y su capacidad enunciativa
articulan ensamblajes provisorios, historias truncas, personajes que luego
reaparecen, constelaciones de datos iluminados a medias y que el narrador se
abstiene de explicar.
De este modo, la reflexión
sobre la palabra se liga de manera inseparable con la historia narrada: fragmentos
de la historia de la humanidad (desde Asurbanipal a las cárceles de la dictadura) con sus batallas, sus treguas, sus fulgores,
sus pactos, sus traiciones, construyen escenarios en los que el escritor acerca
en pequeñas dosis una visión de la realidad,
del mundo, de la literatura como operación cultural que revela, como nos
enseñó Borges, la voluntad de transformar las formas de leer.
Un universo literario donde
el “tiempo sin dioses” expresa la dolorosa condición de ser humano, lejos de
todo posible arraigo y de toda posible comodidad, extranjero en su propia
patria, condición de ajenidad como gesto sobrio de una precaria sabiduría.
martes, 17 de mayo de 2022
ROMANCE DE MELISENDA, Antonio Tello
Reseña de Margarita Belandria publicada en El Corredor Mediterráneo 913, el 22 de julio de 2020 (In-Verso, Barcelona, 2017)
Como toda buena obra de arte, Romance de Melisenda, de Antonio Tello, es una novela que realmente seduce; su primera lectura constituye una incitación al gozo de releerla, toda entera o no, pues incluso cualquier página abierta al azar dispensa un exquisito deleite a los sentidos e imprime una nota de belleza en el espíritu.
Sobre un lienzo histórico del medioevo carolingio, el autor registra con tonos vibrantes una fascinante historia de amor y su tragedia, inspirándose en el popular romance del mismo nombre que recoge en El Quijote don Manuel de Cervantes. Pero esto es solamente eso, un mero punto de partida, porque Tello es dueño de su imaginación y su albedrío y vierte su fuerza poética en el joven narrador Alifonso, hijo del asesinado rey Fruela I de Asturias .
El hijo de un rey asesinado corre peligro. Alifonso se halla entonces protegido en un monasterio por los maestros Eterio y Beato, hasta que, aún no bien salido de la pubertad, sus mentores consideran que ya no habrá de estar seguro bajo su protección y lo mandan a Aquisgrán, capital del reino de los francos, al cuidado del maestro Angilberto de Céntula . “Él te enseñará —le dice Eterio— el arte de las palabras y la ciencia de los números y de las estrellas; él te enseñará a oír la música del universo y a sentir en tu alma la voz de Dios”. Sin embargo, ¿saben acaso sus mentores hacia qué oscuros abismos lo dirigen?
Nueve meses después llega a Aquisgrán, acompañado de Ahmed, el músico sarraceno que cautivará a la princesa Melisenda, baquiano del camino, a quien conoció Alifonso en una encrucijada del camino, recién pasando el puerto de Roncesvalle y cuyos destinos quedarán unidos para siempre.
Ahmed es maestro de la princesa Melisenda y un grupo de músicos cristianos. Algunos allegados al rey Carlos (quien llegaría a ser Carlomagno) no ven con buenos ojos la presencia del laudista sarraceno enseñando música en la corte, y consideran su presencia como una afrenta a la cristiandad. Pero esto es apenas un síntoma de la vasta telaraña de intrigas y tensiones bélicas entre musulmanes y cristianos por el dominio cultural del territorio europeo.
Melisenda —hija del rey Carlos con alguna de sus amantes— es bella, apasionada e impetuosa; sabe valerse de la espada con la destreza de un buen espadachín, como lo habría de demostrar con fiereza el día en que el rey, para aplacar los ánimos aquitanos que agitaban a su reino, dispuso su matrimonio con Guillermo (príncipe de Aquitania), y de cuyo estallido de furia sólo Ahmed la supo calmar. Este casamiento no es más que una componenda de la que Alifonso, Melisenda y Ahmed serán sus víctimas… “Un juego de poder del que no saldríamos indemnes”, dice el joven príncipe poeta y narrador Alifonso; palabras que resumen los trágicos acontecimientos.
En este Romance, de regia factura poética, Antonio Tello se muestra bastante menos desafiante que, por ejemplo, en De cómo llegó la nieve, que me parece aún más críptico y un perfecto desafío a la imaginación del lector, sin que por ello deje de ser una lectura inmensamente gratificante por lo bellamente escrito.
sábado, 1 de mayo de 2021
EN LA NOCHE YERMA, Antonio Tello
Reseña de Leandro Calle publicada en El Corredor Mediterráneo, suplemento cultural del Diario Puntal, de Río Cuarto, del 10 de julio de 2019. (Vaso Roto, Madrid, 2019)
Antonio Tello (Villa Dolores 1945) posee una vasta obra literaria que abarca casi todos los géneros. Ha escrito poesía, literatura infantil, novelas, cuentos y se ha destacado también por su gestión cultural y periodística. La editorial “Vaso Roto” acaba de publicar “En la noche yerma” último libro de poesía del escritor cordobés. Se trata de treinta cantos inspirados de algún modo en “La tierra baldía” de Eliot pero que conforme uno va adentrándose en los cantos, encuentra reminiscencias de diversos clásicos universales. El clima de todo el libro es apocalíptico. Me refiero al apocalipsis como género literario. No es la primera vez que Antonio Tello aborda su literatura a partir de este género. Y antes que género me gustaría decir “clima” o “atmósfera” porque lo que Tello crea es una verdadera atmósfera donde el lector necesita aprender a respirar de nuevo. No es una novela más o un libro de poemas más de corte apocalíptico. No. Lo que Tello logra en este libro y en otros como la novela “Más allá de los días” (tercer volumen de su trilogía “La balada del desterrado”) es crear una atmósfera personal de escritura donde el argumento, es decir el contenido, el qué, no tiene tanta importancia. Como el mismo autor lo dice a menudo: “no escribo novelas con argumento”. Ahora bien, cuando no hay principal atención sobre el argumento, la tarea se vuelve más ardua. Lo que logra Tello tanto en su poesía y notablemente en su novelística es un efecto hipnótico a través de la forma, del cómo se dice, del tono. Asistimos a una época plagada de efectos apocalípticos que derivan de la industria cinematográfica, los juegos de internet, las historias…las ya agotadas historias de zombies. Dichas historias no logran siempre un clima original, porque se toman los climas ya dados como un molde donde lo que se inventa es un relato más o menos atrapante. Tello hace exactamente al revés. No importa tanto la historia que se cuente sino el cómo, el cómo se la cuenta y el cómo se escribe. “En la noche yerma” nos encontramos con una poesía ardua y un verso duro. No es un libro de lectura fácil. Lo apocalíptico no está arraigado en lo simbólico. Recordemos que para Ugo Vanni uno de los especialistas desde el punto de vista teológico y literario: “El simbolismo ocupa, en la interpretación del Apocalipsis, un puesto central. Todos los comentadores antiguos y modernos están de acuerdo sobre esto, lo cual es, por lo demás, un hecho que se impone a primera vista en una primera lectura: para comprender el Apocalipsis hace falta interpretar sus símbolos”. No quiero decir con esto que no haya símbolos, sino que la escritura poética de Tello tiene que ver más con el tono y con una intención de lectura del presente o de la realidad. Para comprender esa realidad o mejor dicho “esta” realidad histórica, Tello estira un extremo del péndulo y lo lleva a sus últimas consecuencias. Esa situación apocalíptica, de fin de mundo, de terminación o conclusión más que dejarnos en el futuro pretende hacernos reflexionar sobre el presente. En este sentido, el género apocalíptico, el tono de ese género, habla sobre nuestra realidad hoy. Así como encontramos el “irse” al futuro para hablar del presente, el pasado tiene también una porción de importancia en todo el libro y en toda la obra de Antonio Tello. Su propia historia de exiliado en España a partir de las amenazas de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y luego de la dictadura militar, hicieron de Antonio Tello, un escritor del destierro. Y esta es la palabra que mejor lo define: Tello es un escritor desterrado. En este sentido su obra se emparenta con el pueblo de Israel, siempre buscando esa tierra prometida; pero como Tello no busca argumentos, tampoco encontrará el lugar porque el lugar es el camino. La tierra prometida es el andar. La forma es más importante que la materia y el cómo más interesante que el qué. De alguna manera el qué ya lo tiene, es él “saliendoescapando” de Río cuarto hacia su propia voz. Al desterrado no le queda otra manera de arraigarse que no sea en lo que escribe. “El desterrado no olvida su casa” dice Tello en el Canto XXXI, pero su casa es la palabra. En los hondos poemas de “En la noche yerma” aparecen también algunas constantes de la literatura del escritor riocuartense: el perro y el mar. El mar que es como un anhelo de divinidad o una analogía de la trascendencia. El perro que se vuelve más humano que el humano incluso en su ferocidad y furia. El poeta es testigo del desastre:
“la turbamulta invadirá las calles
arderán
las ciudades caerán las catedrales y entre las
cruces alzadas deambularán los templos
vivos
buscando a sus dioses entre los
escombros
tarde sabrán que en el vientre de los
ídolos
se gesta la violencia que nutre los
estambres”
(Canto XXIX)
Idolatría y polinización de la violencia. Dos claves para la comprensión de este gran libro. Al poeta le es dado asistir al desastre, y cantarlo.
lunes, 15 de julio de 2019
EN LA NOCHE YERMA, Antonio Tello
“EN LA NOCHE YERMA”, DE ANTONIO TELLO
**Alberto Hernández**
Bajo la influencia de Eliot y Paz, Antonio Tello recorre las sombras. Con “Tierra baldía” y “Piedra de Sol”, al amparo de sus líneas, construye este libro, “En la noche yerma” (Vaso Roto Ediciones, Madrid, 2019) donde, precisamente, una voz relata el temor de perder las palabras, de ser asaltado por bestias oscuras, por el miedo que la niebla suele imponer en el espíritu humano.
Poesía de sombras. Poesía en la que el alma se deposita cerca de la luz para tratar de borrar el inmediatismo de tantos intentos por huir del miedo a la noche, a las tinieblas, a la desaparición. Poesía gótica, timbrada por el ritmo de la nocturnidad, fantasmal, ubicua en la medida en que los pasos del que anda se extravían entre tantos susurros.
Antonio Tello escribe una destrucción. Escribe desde el lenguaje que podría desaparecer. Escribe desde el vacío que podría borrar lo que ha escrito. Suerte de Armagedón, este libro del poeta argentino destaca su carácter oscuro, nocturnal desde una “tierra baldía”, muerta en la perspectiva del ojo que busca en la luz la piedra que podría dejar alguna huella salvable. No se trata de una poesía pesimista: es una poesía en la que la oscuridad podría favorecer a la luz y hacerla posible. Al contrario de lo afirmado por la crítica, este libro de Tello es un artefacto de construcción desde la oscuridad, desde las sombras. Escribir sobre este tema, vivir en este tema, no es más que una manera de salir de ella. El mundo se destruye, el mundo recobra la memoria apocalíptica para volver a ser tiempo, voz recobrada.
2.-
La noche anticipa el día. No es un lugar común: la poética de estas páginas flota sobre la pérdida de la fe, pero alterando algunos elementos que podrían revelar la posibilidad de que desde la noche, desde la niebla, es posible avizorar la luz, la otra luz, porque la noche es una luz en sí misma. La sombra contiene luz. Y la luz es la madre de la sombra. Sin la noche es imposible el día. Sin la muerte es imposible la vida.
El tiempo ha sido sometido por la noche. Su porvenir difiere del pasado. La sombra perdura en sus horas y se desgasta en el poema. Una salivación verbal la menciona y la instaura en los versos.
En el canto III, Antonio Tello reza:
“quizás hoy ha comenzado ese día futuro
y en el estéril paisaje del tiempo por venir
bebe el ganado de la corriente que pasa
ante el cristal de sus ojos el aire simula
su tranco inerte sobre las sombras del agua
buitres buitres se abaten sobre la carne yerta
ángeles y gusanos se alimentan del misterio
en campo abierto los deudos de la desdicha
abonan la tierra con los huesos de sus muertos”.
Este libro de Antonio Tello me permite volver a dos títulos del poeta venezolano Francisco Pérez Perdomo: “La casa de la noche” y “Círculos de sombras”, donde nuestro autor recorre el mundo espectral de la oscuridad, entre voces y susurros que alternan con referentes que la luz descubre al amparo de diversos ecos en los que la soledad impera.
Seres nocturnos cruzan calles y avenidas. Sombras alargadas. El poema como descubrimiento de lo que suele pasar durante el desarrollo del misterio.
Otro ejemplo de Tello para cerrar:
“la turbamulta invadirá las calles arderán/ las ciudades caerán las catedrales y entre las/ cruces alzadas deambularán los templos vivos/ buscando a sus dioses entre los escombros/ tarde sabrán que en el vientre de los ídolos/ se gesta la violencia que nutre los estambres”.
domingo, 12 de mayo de 2019
EN LA NOCHE YERMA, Antonio Tello
A partir del canto XVII el poema se aclara a fuerza de sabias reiteraciones, aflora el desterrado como un auténtico vigía en una torre de hierro, oteando el paso de las tormentas humanas, los desaciertos y los dolores. Pensé en Isaías, en Ezequiel, en los grandes profetas bíblicos, de quien en este libro tienes muchos ecos. La pregunta sobre dónde está el mar es crucial: para los kabalistas mar o yam, y si se lee al revés, es mi, quién, por lo tanto uno de los nombres de Dios. Al poeta, y con él a todos, le han robado la dicha de una oleaje manso y fecundante. Es interesante como a partir de la mitad del libro el pulso se acelera, y hasta diría que mejora la densidad diagnóstica de la primera parte. A propósito: la mención de los cazadores me hizo pensar que en uno de los últimos libros de Quignard donde éste habla de la depredación, de la caza como el origen de la cultura y también de la guerra. La primera escritura que los hombres leyeron fueron las huellas de los animales en la nieve. En fin, que es una proeza salir más o menos sano de tamaño apocalipsis poético.
martes, 2 de enero de 2018
ARRUGAS DE SILENCIO, Mercedes Ridocci
martes, 5 de diciembre de 2017
CAMPOS DE AJEDREZ, Mario Satz
