
Los devastadores efectos que la industrialización, la cultura de masas y la sociedad de consumo tienen sobre el lenguaje se traducen en su vulnerabilidad frente a los ataques corruptores del poder y en su simplificación léxica. Steiner afirma que la literatura contemporánea no ha salido indemne en la medida que gran parte de la producción literaria expresa una escandalosa mediocridad desde que, con una interesada estrechez de miras se adaptaron los recursos literarios del siglo XIX utilizando la simplificación léxica exigida por la masificación consagrándolo como canon de la modernidad.
Ante esta situación, los arduos esfuerzos por devolver la vida y la capacidad génesica a la palabra para salvar su cada vez más estrechas limitaciones para expresar la realidad parecen conducir irremediablemente el lenguaje al silencio. Así lo sugerían Adorno, cuando decía que después de Auswitchz no era posible escribir poesía, y Wittgenstein cuando afirmaba que más allá de la ciencia teníamos las alternativas de un decir sin sentido o el silencio.