
Desde el mismo inicio de este libro, RA pone de manifiesto el íntimo vínculo entre oído y conocimiento trayendo el testimonio de Agustín de Hipona para decir que la música es «la propiciadora del encuentro interior de cada uno». Un encuentro que se produce en tanto que la música es un «elemento de comunicación, instrumento imitativo de la naturaleza y a la vez generador de un lenguaje que revela la idea de un más allá». Pero, RA profundiza más aún cuando apunta que, antes que la música, el factor determinante en la constitución del entendimiento en el ser humano fue el sonido mismo. De aquí deduce que «oír, escuchar, es presentir, y presentir conduce a pensar».
La lectura de El mundo en el oído a partir de este planteamiento deviene apasionante aventura, en cuya vivencia el lector descubre un territorio donde el portentoso edificio musical alberga todas las expresiones del pensamiento humano y de la acción civilizadora que ha conformado y conforma el mundo.
La lectura de El mundo en el oído a partir de este planteamiento deviene apasionante aventura, en cuya vivencia el lector descubre un territorio donde el portentoso edificio musical alberga todas las expresiones del pensamiento humano y de la acción civilizadora que ha conformado y conforma el mundo.