El realismo rancio que ha pesado como una losa en la narrativa española ha sido el patrón seguido en casi toda la producción novelística dedicada a recrear la guerra civil. No obstante, ya existen algunos intentos que escapan a este molde, como Santo diablo (Kailas, 2004), de Ernesto Pérez Zúñiga, entre otros, y Los girasoles ciegos (Anagrama, 2004), del malogrado Alberto Méndez.Antes que una novela, Los girasoles ciegos es un breve corpus de cuatro cuentos unidos por el cruce de vidas, a veces sin relación directa, de unos personajes víctimas de la violencia bélica, ideológica y religiosa. Es así que la piedra angular del relato de estas vidas es la angustia de unos seres indefensos y en ocasiones inocentes que se enfrentan a la absurda ceguera de la intolerancia. En este sentido, los perdedores no sólo están representados por los republicanos, sino por hombres y mujeres de ambos bandos arrastrados por el odio y que miran a sus semejantes sin comprender la razón de tanto dolor.
Alberto Méndez transmite con intensidad lacerante, sobre todo en ese hermoso Manuscrito encontrado en el olvido, ese dolor, físico y moral, que malogra la vida de sus personajes y compromete al lector en la misma peripecia.