miércoles, 14 de diciembre de 2011

LOS CANÍBALES, Iván Humanes



La antropofagia como metáfora de la autodestrucción social constituye el nudo de Los caníbales (Libros del Innombrable, 2011), de Iván Humanes. Autor de una escritura tersa y tensa, como ya se apreció en su novela La emboscada, Humanes recrea un submundo oscuro que se manifiesta en la realidad cotidiana con una pasmosa naturalidad y cuyos estragos no son perceptibles hasta que es demasiado tarde.


Los cuentos reunidos en Los caníbales, no obstante su autonomía y su diversidad temática, tienen la virtud de conformar un universo en el que los personajes están en permanente tensión frente a la acción devastadora del mal. Éste se encarna a veces en extrañas criaturas que evocan antiguos mitos, desde los escandinavos hasta los lovecraftianos e incluso bíblicos, pero en general es una invisible acechanza, destructiva y autoritaria -un dios, un sistema- que gobierna las conductas y los pensamientos de los seres humanos hasta convertirlos en meros esclavos de sus designios. 
La literatura fantástica exige que las manifestaciones de lo oculto -lo fantástico, lo extraño- no se presente como una excepción del mundo, sino como parte de su naturaleza. Este principio, tantas veces olvidado, es respetado escrupulosamente por Iván Humanes en la misma medida que respeta la tradición literaria hasta el punto de dialogar libre y espontáneamente con los clásicos. 
A diferencia de otros autores para quienes la intertextualidad, noción apuntada por Bajtin y Kristeva, es saqueo, para IH es diálogo con los maestros (Lovecraft, Poe, Kafka, Borges, Cortázar, Calvino, Asimov, los anónimos autores bíblicos, escandinavos medievales, etc.). Un diálogo enriquecedor que abre nuevas ventanas y registros de la realidad proyectada por los sentimientos perturbados de los seres humanos que han sucumbido al miedo y a la incertidumbre y ante quienes se presenta un paisaje devastado por la crueldad. 
Son precisamente la crueldad y lo sagrado las pulsiones que denotan la intro historia de la humanidad y que estos cuentos manifiestan y describen con la tensión y precisión de una trágica partida de ajedrez. Un juego atroz en el que el olor de la corrupción y una contaminación apocalíptica obligan a los jugadores a refugiarse en el subsuelo, construir laberintos y elevar muros en los jardines y en los salones de los hogares convertidos en inútiles fortalezas, pues el mal convive entre ellos y los condena a devorarse entre sí.
Pero, en esta atmósfera agobiante, irrespirable y claustrofóbica del subsuelo, IH ha tenido la sensibilidad y la inteligencia de crear espacios alternativos, ventanas aleatorias, que, a través del humor [negro] y la ironía que permiten al lector [y al narrador] tener la distancia ficcional suficiente como para ahondar en el sentido último de la metáfora.
Con Los caníbales, Iván Humanes no sólo mantiene las características más notables de la prosa -precisión, sustancialidad- de su novela anterior, sino que se confirma como uno de los valores más firmes de la joven literatura castellana.