La lectura de el mezquino trazo del acto (Laborde Editor, Rosario, 2013, 2ª edic.), del poeta Orlando Valdez, supone participar de una experiencia de vida, de vida poetizada y atravesada por un presente que se niega a reconocerse en otro instante que no sea en el tiempo del verbo. Más allá de sus recursos formales este es un libro donde la mezquindad a la que alude el título metaforiza la imposibilidad de la acción humana para alcanzar la plenitud existencial.
Orlando Valdez |
Es cierto, como dice Lisandro González en el prólogo, que la poesía ha de pensarse como ritmo y respiración. En este sentido, el ritmo y la respiración actúan como soportes de una construcción poética que tiende a cobijar en su espacio las vivencias más íntimas del poeta y su mirada sobre las cosas y actividades del mundo.
El amor, la soledad, aparecen como entidades encarnadas y vulnerables a la fugacidad del tiempo, que el poeta trata de detener mediante una dislocación de los tiempos verbales y un eficaz impresionismo sintáctico [con brillo / de gota / de rocío / reverbera / aquí / al lado / una de las lunas / el enigma / de la espuma / / que tenaz / hubiera de morir / en / la sombra de tus ojos / cuando abrasa / la terribilidad / y tirita / la musitación.] Aquí, el uso del antiguo sustantivo terribilidad impregna el poema, evocándolas, de aquellas sombras de lo inefable que dieron carácter al tenebrismo plástico, en especial de Caravaggio. Esto es, eso terrible y sagrado que conlleva la vida humana y que, en la poesía de Valdez, se traduce en una religiosidad laica. [como plegaria de muchedumbre / se hunde / con el filo de cuchillo / donde nadie salva a nadie / ni nada / la sangre de la ofrenda / de / rostros que miran llegar / en lentitud de noche otro / que no viene del polvo / sin luna ni ocaso / con metal en los ojos / como si algún dios creara / en él o viceversa huracanes // como chispas taciturnos / guerreros de la oscuridad.]
En este contexto gestual, el panteísmo que trasunta la poesía de Orlando Valdez no es romántico, no es panteísmo del yo atribulado del poeta, sino expresión de una realidad contaminada de dioses dudosos, de los que el poeta se aleja por afasia, y ángeles profanos -máscaras / a mi lado / como añicos de noches / salen del silencio- donde los elementos naturales son reflejos casi inertes de la condición humana, de sus sentimientos y de sus gestos [transfigurada / en el agua / la piedra / es un mil / cuando / sola / en igual lugar / esa mujer / arroja / su belleza / y su espejito.]
Poetizar del modo como lo hace Orlando Valdez es situarse en un lugar extramuros del convencionalismo, tanto para el poeta como para sus lectores, pues el resultado no hace concesiones al facilismo ni al costumbrismo urbano que han sancionado un decir poético rutinario y que seguramente le darían "prestigio" popular. La poesía de Orlando Valdez no es poesía popular. Es poesía.