Jeannette L. Clariond, quien acaba de publicar en España Leve sangre (Pre-Textos, 2011), es una de las poetas mexicanas más relevantes de la actualidad. La claridad y densidad de sus versos sostienen una poética que se si bien posa su mirada en la remembranza y en lo cotidiano se eleva hacia una búsqueda mayor que haga más comprensible la realidad del mundo.
Jeannette L. Clariond, de quien se dice que tanto como poeta, traductora y ensayista, ha fijado su atención «en el mito como elemento estructurador del ser y la cultura», construye su poema con esa referencia, pero su voz suena con la delicadeza y la fuerza de quien se sabe dotada para afrontar una experiencia mística que le revele la compleja luz de la verdad. Su voz es la brisa, acaso ese «viento desnudo» que le enseña la duda - ¿es real que la tarde se vacía? / La poesía es ausencia de agua, puerta / que abre otra puerta y una más- y la soledad -amé creyendo en el abandono-, pero también es la evocación, el tiempo, esa memoria [que] llena sus vacíos, porque es su mirada la que da sentido a su existencia, la que llena la tarde. Clariond parece saber, y así lo hace constar en Leve sangre, que su existencia es esa levedad que le da la conciencia de ser en el espacio y en el tiempo, memoria que la sitúa ante los sentidos y la experiencia de los sentidos. Si es cierto que al crepúsculo todo tiene su hora, entonces vi / un ánsar borrarse en la niebla, ... Ver, sentir y preguntar - ¿Qué se busca? ¿Qué alcanza en su límite la llama?-, porque el ser humano no sólo es ser pasivo que acepta las leyes de los dioses, sino energía inquisitiva, la misma que movió la mano de Eva a coger el fruto, que aspira y lo lleva, no sin miedos, a conocer su propia razón del existir. Háblame de otra luz, la vasija está en el suelo. / Siento miedo al naufragio...Pero, en justicia, esta es sólo una de las varias lecturas que propone este Leve sangre, libro hermoso de rigurosa poesía.