viernes, 16 de marzo de 2012

CORAZONES Y MALETAS, Claudia M. Capel

Claudia M. Capel















Corazones y maletas (Utopías, 2011), de Claudia M. Capel es un breve e intenso libro que trata del sentimiento amoroso sin concesiones a los tópicos románticos que durante más de un siglo lo han edulcorado y, en cierto modo, distorsionado en beneficio del ideal burgués en el contexto de una cultura patriarcal. Su lectura compromete al lector con una mirada límpida que ilumina el decir del amor como un azaroso viaje.

La voz de Claudia M. Capel parece llegarnos desde los confines del corazón del mismo modo que el libro nos llega desde los confines del mundo, si nos atenemos al hecho de que la editorial Utopías está radicada en Usuhaia, en la provincia argentina de Tierra del Fuego, y la ciudad más austral del planeta. Pero más allá o más acá de esta circunstancia, en la que confluyen sentimiento y geografía, Corazones y maletas es una bella errancia de exploración a través de las vivencias que depara el amor.
Con un lenguaje casi transparente de tan delicado, Claudia M. Capel  construye una frágil y a la vez poderosa metáfora que seduce al tiempo y verifica que las únicas certezas que pueden atravesar las épocas, los países, la naturaleza de sus cuerpos y las realidades, son las almas de los amantes. [Hace varias vidas que me preparo / para conocerte  // cuando era gitana ya sabía  / cuánto iba a quererte  [...] en mis tiempos de sultana /andaba por la arena / soñando con tu espada...].
En este sentir, en este ser, también el espacio se trastoca y la percepción de la distancia es otra - no está tan lejos / ni tan cerca como parece o bien todas las distancias son livianas / si no pesan demasiado las maletas - como otra la percepción de la eternidad, prolongación y eco del corazón donde la palabra es fuerza indiferente a las reglas del tiempo -Te amo a distancia / con la fuerza bestial / de la palabra. Es así cómo el corazón se identifica con el poema mismo y hace de éste contenido y continente del amor [Donde termina este poema / empieza el amor  y Hasta este poema / no había historia de amor / pero el verso llega].
Pero en el tiempo del amor, donde no aparece el camino, lo que fluye por su cauce no es materia inerte, sino corriente transida por el gozo y la esperanza, cuyos reflejos se traducen en palabras únicas y repetidas  [Las palabras de amor / son siempre las mismas / porque el corazón no cambia], y por esto mismo  enraízan a los amantes al mundo.[Olor a chocolate / tabaco, hierbabuena / abro la ventana / huelo venir tus caderas] o actúan como una antigua fórmula contra el dolor o lo calman, como lo anota en ese bello y entrañable poema que recrea las recetas que obran el hechizo o el milagro de la sanación: un corazón roto a traición / se frota con agua de soda / y se deja secar treinta días [...] cuando la pena de amor / parece llegar hasta los huesos / hay que macerar unos pétalos / de amapola de lirio de camelia / en humo con limón [...] sólo los besos / calman el dolor.
Aunque dividido en dos partes y varios de sus poemas aparecen titulados, en realidad Corazones y maletas es un único poema que se fragmenta en destellos o mejor cabría decir, latidos, de una metáfora tan delicada como una caricia y tan persistente como un perfume o un olor de la infancia.

sábado, 10 de marzo de 2012

NO LLAMES A CASA, Carlos Zanón




No llames a casa (RBA, 2011), de Carlos Zanón, es una novela que al mismo tiempo que retrata con crudeza la miseria moral de gran parte de una sociedad corrompida hasta la médula impone un modo narrativo que reduce el argumento a su mínima expresión asentándose en personajes veraces y, sobre todo, en el reconocimiento implícito del valor genésico del lenguaje.

«La gente que olvida mal suele hacerse daño». Con esta frase redonda y sentenciosa, Carlos Zanón presenta el nudo de una historia que no necesita de argumentos para desarrollarse sino entrar en un complejo torrente de vivencias de personajes que sacan de su venalidad las fuerzas para la supervivencia. Barcelona aparece así como la ciudad que es todas las ciudades, parafraseando a Rilke y a Borges, un  paisaje desolador de cemento que mueve a los personajes al desesperado impulso de huir, no importa si dejando atrás la tierra arrasada, a cualquier parte, incluso a un lugar donde sea «más fácil encontrar trabajo a este o al otro lado del Código Penal».
La estructura de No llames a casa, -que los editores integran erróneamente desde el punto de vista literario en el género negro- responde más a la organización de un poema narrativo que a los manidos esquemas de la novela ealista novocentista, que el mercantilismo casi ha conseguido imponer como canon de modernidad. Esta estructura le permite a CZ, que no en vano es poeta y posee una sólida formación literaria, articular con naturalidad e intensidad una partitura coral en la que cada uno de los personajes pueden ser considerados protagonistas. Todos ellos con sus dramas privados, sus sueños y sus miserias que se proyectan sobre los demás y se retroalimentan para extenderse con la dinámica de una metástasis que corrompe el tejido moral de los individuos y de la sociedad. De aquí que la tensión narrativa no discurra sobre las antinomias  amor/odio o bondad/maldad, ni siquiera sobre los trazos de una intriga planificada, sino sobre la ansiedad por sobrevivir en una comunidad enferma por la soledad, la incomunicación y la perversa certeza de la mentira. La narración avanza a impulsos de decisiones malversadas que van encontrando acomodo en las vidas de unos seres infelices, al margen de su posición social, y que determinan sus destinos. Unos destinos que se deslizan por las venas urbanas como amebas por los canales de aguas sépticas, incapaces todas de alcanzar el orden de la dicha, porque para ellas sólo hay vida en el pantano.
Seguramente CZ no hubiera llevado esta novela a tan alto registro si fuese un escritor sumiso que hubiera seguido los trillados recursos de la escritura consagrada por los editores subordinados al dictado de la mercadotecnia - los del marketing, según se los conoce- sino un escritor consciente de su condición que aplica para su obra un lenguaje exquisitamente preciso, una articulación limpia de la frase y un sentido poético que trasciende los tópicos mercantiles de quienes creen que toda la literatura es de usar y tirar para saturar las mesas de las librerías con novedades. La fuerza y el talento narrativos de CZ no sólo han conseguido una novela excepcional que lo consagra con una solidez que le permitirá permanecer más allá del sarampión mediático, sino que también han conseguido neutralizar el flagrante menoscabo a la inteligencia del público que constituye el texto de contracubierta pergeñado por los sabios que creen que el lector es tonto y hay que darle «todo masticado» por si no entiende.

sábado, 3 de marzo de 2012

JOHN WAYNE, EL SOLDADITO DE PLOMO, Jordi Corominas



John Wayne, el soldadito de plomo (Sigueleyendo, 2011), de Jordi Corominas, es un sorprendente y original relato que descubre al lector el paisaje social de la Barcelona portuaria de los años sesenta y al mismo tiempo apuntala las características estilísticas de un joven escritor que trata de dejar definitivamente atrás la losa realista que ha lastrado hasta no hace mucho tiempo la narrativa y la poesía españolas.

Entre los elementos más interesantes de este relato, que publica y vende on line y sólo a un euro Sigueleyendo,  es la propuesta de una historia que no se asienta en la historia, entendida ésta como argumento, sino en el lenguaje, cuya materia es tratada mediante un estilo ágil y vigoroso. La razón por la que este es uno de los elementos más interesantes es porque a través del lenguaje Jordi Corominas prescinde de la descripción realista y al hacerlo descorre las veladuras que ocultaban una realidad que se cuela a través de la memoria, la recreación de las voces y la herencia de una cultura cuya hegemonía ha tornado delirante el pasado y el presente, y amenaza el futuro con el mismo febril sin sentido.
Situado el relato en 1963, J.C. proyecta la película de una Barcelona, por donde pululan putas, bailarinas, cafres, macarras y demás nativos de la misma ralea como extras tabernarios del emblemático John Wayne, un héroe impotente, que pasea por la ciudad su torpeza vaquera de elefante reaccionario , y de los marines de la Sexta Flota surta en las aguas del puerto. Todos fraguando la ilusión cutre de un Mr. Marshall, que siempre pasa de largo, pero que permite a la dictadura franquista disimular con la obsecuencia la derrota europea de los suyos.
Con un buen dominio técnico de los recursos narrativos, JC genera escenas, situaciones y secuencias en las que entrevemos a sus personajes moverse como sombras en una atmósfera opacada por la sordidez de una época contaminada por la mediocridad ambiental que prevalece en la España a las puertas del desarrollismo opusdeísta. El golpe de efecto con el que JC redondea su narración, que tiene como protagonistas simbólicos a John Wayne y a un soldadito de plomo manco de origen catalán, consiste en contraponer Hollywood a Cinecittá. En enfrentar a John Ford y su gran cine propagandístico de las virtudes del americano insolente con Federico Fellini y su lírica concepción de un cine que busca con empecinada honestidad dar cuenta de la naturaleza de esa cuestionable dolce vita que viven los europeos que deambulan por el laberinto abandonando sus herramientas - «La coca cola es mejor que la hoz y el martillo»- y descreyendo de la luz de una cultura que empieza a sucumbir a la luz del neón.