En El centro de la llama (Excodra Editorial), Raquel Delgado se revela como una poeta de promisorio futuro. Toda poesía es
representación de un universo particular que, en su esencialidad, traduce la
verdad del ser y las peripecias del alma humana. Esta poesía al trascender
siempre toda forma, incluso la que impone el verso, determina que no toda
escritura versificada sea poesía y, por tanto, que no todos los que escriben
versos sean poetas.
Raquel Delgado es esencialmente poeta. Una poeta tierna y dura al mismo tiempo. En El centro de la llama, su primer libro que publica en versión digital en Excodra Editorial, que dirige con esfuerzo y gran vocación Rubén Darío Fernández, Raquel Delgado compone el esbozo de
un mundo en el que las sensaciones, las emociones y todo cuanto atañe a las
vibraciones de la vida son percibidas a
través de una mirada que se rescata en las cadencias de una lengua
extraterritorial; una lengua que se sostiene en tradiciones culturales -la española y la mexicana-
Raquel Delgado en el bosque de Dosrius |
que se mestizan con naturalidad y eficacia en las unidades poemáticas que constituyen el poema que es todo el libro.
Durante muchas
décadas del siglo XX, la poesía, en particular la española, sucumbió a las
tendencias realistas que condenaron la metáfora y adoptaron recursos mecánicos
para darle tonos seudo poéticos a una escritura cuyas características negaba la
expresión poética. No es este el caso de la poesía de Raquel Delgado. Una
poesía sostenida en una bella metáfora –la llama- que arde, se expande y se
pierde en el aire después de alumbrar los corazones con la luz de la esperanza.
La lectura de El
centro de la llama constituye una experiencia gratificante para el espíritu y
un motivo para saludar a Raquel Delgado como una poeta de talento que prefigura
una obra de largo recorrido y, lo deseo fervientemente, perdurable. No leerla
sería quedar sin su calor.