lunes, 17 de octubre de 2016

LA ÚNICA HORA, Alberto Hernández

La única hora (Ediciones Estival & Asociados, Venezuela, 2016), de Alberto Hernández es una novela que cuestiona desde la escritura tanto la naturaleza como el sentido de la existencia en tanto realidad y ficción parecen estar sujetas al arbitrio de un creador omnímodo y omniciente, en un mundo dominado por la violencia y la incomunicación.
















Con un notable dominio de las herramientas narrativas, el escritor venezolano Alberto Hernández obra un relato en el que los personajes y sus peripecias cobran vida a través de la voz de Ignacio, el protagonista, conscientes de la naturaleza ficcional de sus realidades y, desde este saberse, cuestionan la conducta caprichosa y autoritaria del autor, quien, a su vez no puede escapar al sueño o pesadilla de sus criaturas.

Es así cómo la memoria es sustento y destino marcado de sus vidas, y la evocación de cada individuo humano el medio para traer al presente las almas de quienes han desaparecido o muerto según el inescrutable arbitrio del creador, quien tiene como poderoso recurso la acción corruptora del tiempo. Este es un punto clave en La única hora, pues los personajes no parecen estar prisioneros en un lugar y gozan de libertad espacial -de hecho Ignacio e Ingrid, ahogados por la realidad opresiva de Venezuela marchan a Londres para realizarse en el amor- y van de un lugar a otro, pero no pueden evitar la trampa del tiempo y se aferran al recuerdo o al deseo del recuerdo.

Esta concepción de la realidad explica que una postal, a partir de la cual el protagonista recuerda y revive los momentos más felices, sea al mismo tiempo la piedra Rosetta para el lector, quien no puede evitar sentirse aludido en esa representación existencial. Una representación que es también reflejo y sustrato de lo que llamamos Historia en tanto esta es memoria narrada y que por tal circunstancia descubre al individuo humano en el mundo incapaz de comunicarse para ser uno y los demás. Un individuo separado de los otros por hablas fragmentarias o bajo los efectos de la xenoglosia, tal como le sucede a Ingrid, la cual en determinadas situaciones habla lenguas desconocidas, a veces sin saber qué está diciendo.

Resulta así que La única hora va mucho más allá de ser una metáfora sobre la endeble frontera entre realidad y ficción y centra el origen de la violencia, la incomprensión y la angustia existencial que extranjerizan al ser humano en el mundo en la ignorancia del origen y la ocultación de éste que fraguan los sistemas de poder.