Reseña de Leandro Calle publicada en El Corredor Mediterráneo, suplemento cultural del Diario Puntal, de Río Cuarto, del 10 de julio de 2019. (Vaso Roto, Madrid, 2019)
Antonio Tello (Villa Dolores 1945) posee una vasta obra literaria que abarca casi todos los géneros. Ha escrito poesía, literatura infantil, novelas, cuentos y se ha destacado también por su gestión cultural y periodística. La editorial “Vaso Roto” acaba de publicar “En la noche yerma” último libro de poesía del escritor cordobés. Se trata de treinta cantos inspirados de algún modo en “La tierra baldía” de Eliot pero que conforme uno va adentrándose en los cantos, encuentra reminiscencias de diversos clásicos universales. El clima de todo el libro es apocalíptico. Me refiero al apocalipsis como género literario. No es la primera vez que Antonio Tello aborda su literatura a partir de este género. Y antes que género me gustaría decir “clima” o “atmósfera” porque lo que Tello crea es una verdadera atmósfera donde el lector necesita aprender a respirar de nuevo. No es una novela más o un libro de poemas más de corte apocalíptico. No. Lo que Tello logra en este libro y en otros como la novela “Más allá de los días” (tercer volumen de su trilogía “La balada del desterrado”) es crear una atmósfera personal de escritura donde el argumento, es decir el contenido, el qué, no tiene tanta importancia. Como el mismo autor lo dice a menudo: “no escribo novelas con argumento”. Ahora bien, cuando no hay principal atención sobre el argumento, la tarea se vuelve más ardua. Lo que logra Tello tanto en su poesía y notablemente en su novelística es un efecto hipnótico a través de la forma, del cómo se dice, del tono. Asistimos a una época plagada de efectos apocalípticos que derivan de la industria cinematográfica, los juegos de internet, las historias…las ya agotadas historias de zombies. Dichas historias no logran siempre un clima original, porque se toman los climas ya dados como un molde donde lo que se inventa es un relato más o menos atrapante. Tello hace exactamente al revés. No importa tanto la historia que se cuente sino el cómo, el cómo se la cuenta y el cómo se escribe. “En la noche yerma” nos encontramos con una poesía ardua y un verso duro. No es un libro de lectura fácil. Lo apocalíptico no está arraigado en lo simbólico. Recordemos que para Ugo Vanni uno de los especialistas desde el punto de vista teológico y literario: “El simbolismo ocupa, en la interpretación del Apocalipsis, un puesto central. Todos los comentadores antiguos y modernos están de acuerdo sobre esto, lo cual es, por lo demás, un hecho que se impone a primera vista en una primera lectura: para comprender el Apocalipsis hace falta interpretar sus símbolos”. No quiero decir con esto que no haya símbolos, sino que la escritura poética de Tello tiene que ver más con el tono y con una intención de lectura del presente o de la realidad. Para comprender esa realidad o mejor dicho “esta” realidad histórica, Tello estira un extremo del péndulo y lo lleva a sus últimas consecuencias. Esa situación apocalíptica, de fin de mundo, de terminación o conclusión más que dejarnos en el futuro pretende hacernos reflexionar sobre el presente. En este sentido, el género apocalíptico, el tono de ese género, habla sobre nuestra realidad hoy. Así como encontramos el “irse” al futuro para hablar del presente, el pasado tiene también una porción de importancia en todo el libro y en toda la obra de Antonio Tello. Su propia historia de exiliado en España a partir de las amenazas de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y luego de la dictadura militar, hicieron de Antonio Tello, un escritor del destierro. Y esta es la palabra que mejor lo define: Tello es un escritor desterrado. En este sentido su obra se emparenta con el pueblo de Israel, siempre buscando esa tierra prometida; pero como Tello no busca argumentos, tampoco encontrará el lugar porque el lugar es el camino. La tierra prometida es el andar. La forma es más importante que la materia y el cómo más interesante que el qué. De alguna manera el qué ya lo tiene, es él “saliendoescapando” de Río cuarto hacia su propia voz. Al desterrado no le queda otra manera de arraigarse que no sea en lo que escribe. “El desterrado no olvida su casa” dice Tello en el Canto XXXI, pero su casa es la palabra. En los hondos poemas de “En la noche yerma” aparecen también algunas constantes de la literatura del escritor riocuartense: el perro y el mar. El mar que es como un anhelo de divinidad o una analogía de la trascendencia. El perro que se vuelve más humano que el humano incluso en su ferocidad y furia. El poeta es testigo del desastre:
“la turbamulta invadirá las calles
arderán
las ciudades caerán las catedrales y entre las
cruces alzadas deambularán los templos
vivos
buscando a sus dioses entre los
escombros
tarde sabrán que en el vientre de los
ídolos
se gesta la violencia que nutre los
estambres”
(Canto XXIX)
Idolatría y polinización de la violencia. Dos claves para la comprensión de este gran libro. Al poeta le es dado asistir al desastre, y cantarlo.