Jeannette L. Clariond y Antonio Gamoneda |
La editorial mexicana Vaso roto rinde homenaje a Antonio Gamoneda, en su octogésimo cumpleaños, reuniendo en una bella y muy cuidada edición a cincuenta y dos poetas españoles e hispanoamericanos. El libro - Un árbol de otro mundo- tiene la virtud de situar a Gamoneda como voz principal de un modo de ver y entender la poesía que entronca con una tradición a la que, en distintos períodos de la historia, se ha pretendido ignorar tras las estridencias del realismo.
No es casualidad que sea una editorial hispanoamericana la que haya tenido la iniciativa de este homenaje a un poeta que, como Antonio Gamoneda, tiene más afinidades con la producción poética latinoamericana que con la peninsular, en la que hay muy pocos parientes - Claudio Rodríguez y, sobre todo, José Ángel Valente- reconocibles de su generación. La poeta mexicana Jeannette Lozano Clariond, directora de Vaso roto, ha impulsado el homenaje no sólo como un gesto de reconocimiento a una de las más importantes voces poéticas contemporáneas sino al valor de esa voz para resistir y salvar la honestidad de su palabra por encima de las tendencias e intereses que han venido condicionando y, en este caso, marginando el reconocimiento social.
La palabra de Antonio Gamoneda es iluminadora y, como dice Luis Aguilar en el epílogo del libro «su búsqueda es el lenguaje extraordinario en medio de las percepciones humanas más ordinarias» y su propósito a través de él de «elevar al rango de la belleza todas las pasiones del hombre, sus amores, sus crueldades, sus culpas». Pero hay algo más, tal como Jeannette L. Clariond lo pone de manifiesto en la formulación del libro y el carácter del homenaje. Con inteligencia y sensibilidad la poeta mexicana ha sabido hallar el modo de abrazar la tradición poética peninsular con la tradición mítica náhuatl para connotar que la intensidad y la naturaleza de la luz que emana de la poesía de Gamoneda es la misma luz que emana de las leyendas teotihuacanas en las que están comprometidos los dioses de la luz, la sombra y el silencio.
Y si ella cuenta que el poeta «llegó a Monterrey el día 1º de diciembre que, en el calendario náhuatl, se corresponde con el año ce-tochtli (uno-conejo)», que es aquel en el que fue sacrificada Coatlicue, la Tierra, porque «cada nacimiento crea unidad y discordia, lucha celeste de los astros», la luz se hunde en la oscuridad y renace cada cincuenta y dos años, es porque quiere significar que la luz del poeta es la luz del renacimiento que encuentra correspondencia y extensión en los reflejos de cincuenta y dos voces españolas e hispanoamericanas, cuyo criterio de elección no ha dependido del brillo mediático sino de la intensidad de sus propios reflejos. Cada uno de quienes aquí se encuentran bien pueden aparecer, al igual que Quetzalcóatl, el Señor de la Aurora, como encarnaciones del viento y del lucero, como esos atlantes que guardan el templo de la Estrella Matutina.
Los cincuenta y dos poetas reunidos en Un árbol de otro mundo son dispares en sus voces mas no en la calidad poética de su obra y ello hace que este libro sea un homenaje genuino a un poeta que, como Antonio Gamoneda, ha conseguido proyectar finalmente la intensidad de su luz convirtiéndola, como dice Clariond, en «heredad nuestra».