martes, 19 de abril de 2011

VISIÓN DE LOS HIJOS DEL MAL, Miguel Ángel Bustos



El 30 de mayo de 1976, un «grupo de tareas» del ejército argentino allanó el domicilio del poeta Miguel Ángel Bustos, lo secuestró e hizo desaparecer. Junto a su desaparición física comenzó también su desaparición poética hasta perderse casi todo rastro de ella. Parecía que el objetivo de la dictadura que asoló el país entre 1976 y 1982, pero cuya represión ya había comenzado con el gobierno de Juan Perón y de su sucesora, Isabel Martínez, con la Triple A, se había cumplido. Sin embargo, la publicación de Visión de los hijos del mal [poesía completa], (Editorial Argonauta, 2008), devuelve a Miguel Ángel Bustos y a su obra a su sitio en la historia de la literatura.

La poesía de Miguel Ángel Bustos constituye en su conjunto una obra capital de la poesía argentina de la segunda mitad del siglo XX. De aquí que los esfuerzos durante años de su última compañera, Iris Alba, de su hijo Emiliano, autor del prólogo, y del poeta Alberto Szpunberg, quien prologó Despedida de los ángeles, por mantener viva su memoria durante los años de olvido que dejó el horror, hayan sido determinantes para que Editorial Argonauta haya publicado su poesía completa. En una magnífica edición, que incluye dibujos del autor, se rescata una voz poética imprescindible de los años sesenta y mediados de los setenta, cuando fue brutalmente acallada. 
Miguel Ángel Bustos no fue un poeta acomodado al «compromiso» con que muchos se abanderaban en esa época. Apadrinada por Leopoldo Marechal y Juan Gelman, entre otros, su voz original trae desde el fondo de la noche oscura los ecos de una sensibilidad que lo emparenta con los grandes místicos castellanos -Teresa de Ávila y Juan de la Cruz- y con los textos sagrados judeocristianos, mayas e hindúes. «Yo creo que la poesía es de origen divino. Eso lo creo absolutamente. Desde el momento en que tiene un origen oculto, secreto y divino, personal en cada poeta...»,  declaró en una ocasión definiendo su poética (Clarín, 1971). Sin embargo, resolvía con lúcida simplicidad su aparente «falta de compromiso con el pueblo» que algunos podían echarle en cara. Pero, «yo adopto una posición política que es bien clara [...] Es mejor conceder que la militancia política nos tome que tratar de huir de ella». Bustos, al igual que Roberto Santoro y Haroldo Conti, pertenecía al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), quizás la única agrupación política argentina de aquellos tiempos que, no obstante cierta ingenuidad en sus planteamientos, tenía una verdadera vocación revolucionaria.
La poesía de MAB, deslumbrante en sus imágenes y recursos formales, descubre al lector una visión cósmica del hombre, entendiendo el universo como un trasunto de espiritualidad atravesada por las ilusiones y las realidades del mundo: Desplazarse en la tierra, como los astros / se desplazan en el espacio. // Ningún libro es dulce en el sentido del azúcar. / Es dulce en el sentido de los astros. // La palabra que trazo en un papel es igual en / posibilidades a la Tierra lanzada en el espacio. /Pues la Tierra es un verbo y el espacio un papel infinito / y eterno regidos por el Tiempo, ritmo que tiembla. Es así cómo Miguel Ángel Bustos hacía sus murales con el alma del hombre, como escribió en 1957.


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