lunes, 30 de mayo de 2011

LA LUZ ES MÁS ANTIGUA QUE EL AMOR, Ricardo Menéndez Salmón




A través de las experiencias de tres artistas, Ricardo Menéndez Salmón realiza en La luz es más antigua que el amor (Seix Barral, 2010) una interesante reflexión sobre el acto de creación y la libertad del artista frente a los mecanismos del poder que interfieren en la naturaleza de su obra.

El punto de partida es un imaginario pintor toscano del siglo XIV, Adriano de Robertis, quien se resiste a la destrucción su Virgen barbuda ordenada por el futuro papa Gregorio XI. El vínculo entre el artista y el poder, en este caso representado por la Iglesia, establece las pautas de una relación traumática que condiciona la obra y pervierte la idea de libertad del creador. 
La siguiente estación se centra en la figura de Mark Rothko, su destierro y su suicidio en la cumbre del reconocimiento artístico. Este es el tramo de la novela mejor trabajado y de mayor enjundia literaria. Aquí, el estilo de Menéndez Salmón supera los ripios verificables en el resto del libro y permite adentrarse en la peripecia vital y artística de uno de los mayores genios de la pintura contemporánea, dando un original visión de su obra. La que surge de la mirada de un niño letón que viaja en tren a través de las llanuras estadounidenses, detrás de cuyo horizonte habita una angustia que poco a poco, con la complicidad del mercado, va invadiendo el territorio espiritual del artista.Cierra la experiencia artística el relato de la vida del ficticio Vsévolod Semiasin, pintor ruso muerto en 2005, a quien la locura y el recuerdo del devastador poder el Estado, en este caso soviético, le lleva a comerse su propia obra.
A modo de enlace de estos apartados actúa el relato de la vida del escritor Bocanegra, alter ego evidente de RMS, que resulta demasiado impostado y poco creíble sus alusiones metaliterarias. Esto, no obstante, no resta valor a una novela que trasciende los límites entre ensayo y ficción, y, aún con sus limitaciones estilísticas lucha por sentar en el ámbito de la narrativa española una tradición que tiene entre sus mejores representantes a Pierre Michon y W.G.Sebald.


Gentileza de El avión de papel TV. Conecta aquí Canal de [re] Lecturas

lunes, 23 de mayo de 2011

¡INDIGNAOS!, Stéphane Hessel



En ¡Indignaos! (Destino, 2011, trad. T. Moreno Lanaspa), Stéphane Hessel llama a los jóvenes a rebelarse contra la opresión del mercado, la violencia, para reorientar el devenir de la historia hacia formas de vida que permitan la esperanza en el porvenir.

Un panfleto es, según la RAE un libelo difamatorio en su primera acepción y un opúsculo agresivo en la segunda. A estas dos acepciones cabría añadirle una tercera: opúsculo que llama a la insurrección. A ésta pertenecería ¡Indignaos!, el panfleto con el que Stéphane Hessel hace un emotivo y enérgico llamamiento a los jóvenes para que se alcen contra el poder constituido y sometido a las reglas que impone el dinero. Este pequeño libro, prologado de modo convencional por José Luis Sampedro, y escrito con un lenguaje sencillo y directo -didáctico- justifica desde la experiencia individual del autor las razones por las que los jóvenes deben asumir su responsabilidad e indignarse ante una forma de vida en la que el ser humano ha pasado a ser una pieza del perverso mecanismo del totalitarismo capitalista.
Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pone de manifiesto la imperiosa necesidad de reaccionar ante el sistema de ofensas a la dignidad que oprime al ser humano y de luchar por la restauración de los valores éticos que nutren la esperanza e impulsan el progreso. El suyo es un alegato contra la indiferencia y contra la violencia que han fraguado la confusión y la distorsión de los hábitos de vida ahondando la brecha entre ricos y pobres y amenazan los logros conseguidos en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial. Logros que son los soportes del Estado de bienestar. «Emanciparse de las amenazas que el totalitarismo ha impuesto a la humanidad», dice Hessel, quien no duda en señalar el carácter fascista del orden global que, desde la caída del muro de Berlín una vez vencido el comunismo, domina el mundo y contamina las democracias. Un orden que debilita los Estados y supedita sus gobiernos a los intereses y decisiones del poder económico financiero y condena a los ciudadanos a la infelicidad. 

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lunes, 16 de mayo de 2011

LA GEOMETRÍA DEL AMOR, John Cheever


John Cheever (Foto: B. Gotfry)












John Cheever es, probablemente, el más grande de los maestros del cuento estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. La geometría del amor (Emecé, 2006, trad. Aníbal Leal), título de uno de sus cuentos emblemáticos, reúne gran parte de su producción revelando al lector su visión descarnada e irónica de la sociedad norteamericana.

John Cheever aparece en el devenir de la literatura estadounidense como un sólido eslabón entre Francis Scott Fitzgerald y J.D. Salinger. De aquél prolonga su inteligente y, en cierta forma, cruel vivisección de la clase alta norteamericana, a la vez que perfecciona su estilo incisivo y elegante, y de éste preludia el tono místico y existencial que aureolan las peripecias de Holden Caufield, el célebre protagonista de El guardián en el centeno, y la familia Glass. 
Cheever, que solía tardar, con alguna excepción como El nadador, dos o tres días para redactar un cuento, abordaba su estructura como un juego de geometría euclidiana, en el que, no pocas veces, personajes desconocidos entre sí entrecruzan sus vidas y establecen un vínculo que cambia sus destinos. En el curso de ese acontecer vital, el paisaje humano se funde con la naturaleza, omnipresente en la obra cheeveriana, deviniendo metáfora del existir. «Era el final de una de esas tardes lluviosas, cuando la sección de juguetes de Wollworth, en la Quinta Avenida, está colmada de mujeres de quienes uno sospecha que fueron sorprendidas cometiendo adulterio y que ahora van a comprar un regalo para llevar al hijo menor», es el magnífico arranque de La geometría del amor. A su vez en El nadador, cuento existencial deudor de esa pieza magistral, Incidente sobre el puente del búho, de Ambrose Bierce, se lee: «Permaneció [Ned Merryll] en el jardín  de los Levy hasta que pasó la tormenta. La lluvia había refrescado el aire, y él temblaba. La fuerza del viento había despojado de sus hojas rojas y amarillas a un arce y las había dispersado sobre el paso y el agua. Como era mediados de verano seguramente el árbol se agostaría, y sin embargo Ned sintió una extraña tristeza ante ese signo otoñal». 
La mayoría de los cuentos aquí reunidos, prologado con amanerado intelectualismo por Rodrigo Fresán, avanza, casi siempre, desde una simple anécdota hacia un acontecer de hechos que revela la angustia mórbida de los personajes y el ahogo opresivo que impide respirar a la sociedad. En el final de Expulsado -citado en el prólogo- Cheever escribe: «En el colegio, Estados Unidos es siempre hermoso. Es siempre la gema del océano y está muy mal que así sea. Está mal porque la gente se lo cree. Porque se vuelven indiferentes. Porque se cansan y se reproducen y votan y no saben nada. [...] Porque todo lo que ellos saben y conocen es lo que les dice el periódico siempre de buen humor. Pero no diré más. No estoy en situación de hablar.»


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martes, 10 de mayo de 2011

CUENTOS, Antón Chéjov




La relectura de los Cuentos (Alba Editorial, 2004, trad. Víctor Gallego Ballestero), de Antón Chéjov pone de relieve la modernidad de un maestro del relato corto que trasciende el marco del realismo naturalista, donde, convencionalmente, siempre se lo ha encuadrado.

Antón Chéjov es uno de esos escritores cuyo personal estilo, fluido y preciso, suele provocar engañosas interpretaciones sobre la verdadera significación conceptual de sus textos y personajes. Sin embargo, basta con afrontar una lectura abierta a los sentidos de las palabras, a la entonación de su fraseo sintáctico (de aquí la importancia de una buena traducción, como la presente), para percibir la complejidad del universo que nos propone. Rompiendo con la tradición del cuento didáctico y moralista y alejándose a su vez de las fórmulas de la corriente realista más ortodoxa, Chéjov sienta las bases de una descripción de la realidad en la que -a través de un incipiente monólogo interior- la conciencia individual es elemento clave. Sobre este soporte, la arquitectura de sus cuentos deviene sólida construcción de un universo complejo, en el que los seres humanos se mueven inducidos por el sinsentido hacia una muerte inevitable, atenazados por una impotencia que les impide, aunque comprendan la necesidad de rebelarse y luchar, ser felices. En La dama del perrito, su cuento más popular, pero no el más emblemático de la literatura chejoviana, Verochka, La muerte de un funcionario, Tristeza, Gúsiev la infelicidad, la aceptación de la derrota y la angustia dominan el carácter y la vida de los personajes y dejan en el lector un poso de honda desazón y desesperanza, compensada por la belleza de una prosa que, en ciertos momentos, alcanza un sereno lirismo. 


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martes, 3 de mayo de 2011

LA COLA DEL PATO, Gonzalo Otero Pizarro

La cola del pato, la ciudad de los vientos (Imprecom Editora, 2010), de Gonzalo Otero Pizarro, es una novela vibrante que descubre al lector el paisaje urbano y humano de una ciudad pampeana -Río Cuarto, en la provincia argentina de Córdoba- en el primer tercio del siglo XX.

Situando al lector en una época en que el aluvión migratorio europeo se densificaba en Buenos Aires y algunos inmigrantes, por mera supervivencia, buscaban los muchos caminos del interior, Gonzalo Otero Pizarro inicia su novela siguiendo la peripecia de dos hermanos croatas que suben a un tren que se adentra en  la llanura. Uno de ellos, el más joven no alcanzará la meta que ambos se han fijado, pero pervivirá como conciencia ética del otro que optará por quedarse en la ventosa Río Cuarto.
A partir del momento en que el protagonista desciende en la estación, el lector irá descubriendo la ciudad y compenetrándose, al igual que el inmigrado centroeuropeo, con el carácter de sus habitantes. La inocencia, las contradicciones, las dificultades idiomáticas, las luchas obreras, las ínfulas aristocráticas de la clase patricia y el deseo de un joven ambicioso de conquistar y someter a su voluntad, su único capital, a esa ciudad. Para esto, los escrúpulos son a veces estorbos que impiden el objetivo, que la voz ética del hermano muerto mantiene a duras penas. En ese arduo proceso de integración y superación, Marko Jankovic llega a convertirse en don Marcos, merced a un contundente braguetazo y algunas traiciones y también lealtades.
A.T. y Gonzalo Otero Pizarro, en Bocaccio (Barcelona 1983)
Con un estilo ágil y directo, Otero Pizarro organiza con sentido narrativo y pulcritud documental un amplio fresco urbano, descriptivo aunque alejado del clásico costumbrismo realista, en cuya trama el lector se ve inmerso y deseoso de saber, como un habitante más de la ciudad, el destino del nuevo vecino. Su final es sorprendente y deja en el aire la continuidad de la historia.