domingo, 25 de noviembre de 2012

SOBRE EL ESTILO TARDÍO, Edward W. Said




En Sobre el estilo tardío, música y literatura a contracorriente (Debate, Argentina, 2009, trad. Roberto Falcó Miramontes), Edward W. Said aborda una profunda reflexión sobre la cultura europea del siglo XX a partir de las pulsiones creativas de los grandes artistas que se rebelan contra el orden acomodaticio del sistema. La muerte impidió que Said terminara este libro, tarea que asumieron numerosas personas, entre ellas el crítico Richard Poirier y Michael Wood, autor asimismo de la introducción.

Edward W. Said, intelectual palestino fundador junto al judío argentino, Daniel Barenboim de la Fundación que lleva sus nombres, cuyo objetivo es la reconciliación y la paz entre sus pueblos, aborda en este libro uno de los aspectos capitales del devenir de la cultura europea del siglo XX a partir de las reflexiones que Theodor W. Adorno dedicó a Mozart, Beethoven, Wagner, principalmente, y en quienes identificó el «estilo tardío». Éste, según Said, no tiene nada que ver como la acomodación tranquila y narcisista de los viejos creadores que sienten la proximidad de la muerte y siguen aspirando a la trascendencia de sus nombres, sino con esa perturbación espiritual que mueve a otros a rebelarse contra lo ya dicho -«la articulación del silencio»- y a buscar con su último aliento un exilio voluntario y revelador. Mediante esta conducta que se traduce en el «estilo tardío», el artista busca «rechazar las ventajas que (ofrece) la cómoda pertenencia a una sociedad, una de las cuales , no menos importante, (es) no ser leído ni entendido fácilmente por un grupo (mayoritario) de personas», tal como observa a través de esta cita Juan Goytisolo. 
El «estilo tardío» no siempre es una alusión al tiempo, pero deja una estela de él a su paso, porque es una forma de recuperar el tiempo, pasado o vivido, al modo como lo hizo Marcel Proust y que se verifica de modo explícito en los últimos capítulos de En busca... Este estilo, que es para Adorno según Said «una fragmentación del paisaje», es la «conversión del tiempo en el espacio», una «apertura de secuencia cronológica que se adentra en el paisaje para poder ver, experimentar, captar y trabajar con el tiempo». En este sentido resulta revelador el análisis que hace de El gatopardo, la novela póstuma de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. En ella no ve una novela experimental, sino una obra que a través de su técnica escapa a las pautas establecidas por la industria cultural, la cual tiene la continuidad del hilo argumental como su piedra angular. Lampedusa desarrolla ese hilo argumental de «forma discontinua, como una serie de fragmentos o episodios relativamente discretos pero bien hilvanados, cada uno de los cuales está organizado en torno a una fecha y, en algunos casos, un acontecimiento...[...] Esta técnica le concedió a Lampedusa cierta libertad que le permitió alejarse de las exigencias de la trama (la cursiva es mía), casi primitiva, y le permitió elaborar los recuerdos y los sucesos futuros [...] que manan de los simples acontecimientos de la narración».
Junto a Lampedusa, aparecen como recurrentes del «estilo tardío», el mismo Adorno, Thomas Mann, Richard Strauss, Jean Genet, Kavafis, Glen Gould, entre otros. Entre todos forma un grupo con los que «clausuran su tiempo» -Sófocles, Shakespeare- y otro -Eurípides, Cervantes, Beethoven, Richard Strauss, Matisse- con quienes lo tardío es «intransigencia, dificultad y contradicción no resuelta». En esta línea de pensamiento, Said coincide con Adorno cuando dice que la Novena sinfonía y, sobre todo, la Misa solemnis, de Beethoven «constituyen un acontecimiento de la historia de la cultura moderna: un momento en que el artista, a pesar de ser dueño absoluto de su medio, abandona la comunicación con el orden social establecido del que forma parte y alcanza una relación contradictoria y alienada con él. Sus obras tardías constituyen una forma de exilio». Exilio que se traduce en silencio y ocultación, tales como los que sufrieron, por ejemplo, Goya y, antes que él, Caravaggio.

«¿Y qué puede decirse de un artista como Glenn Gould -escribe Edward Said-, que creó su propia forma de expresión de lo tardío mediante la autoexclusión del mundo de la interpretación en vivo, con lo que devino intransigentemente póstumo, por así decirlo, y, al mismo tiempo, intensamente activo?»

viernes, 16 de noviembre de 2012

EL MAL HOMBRE, Rubén Romero Sánchez



















Con El mal hombre (Editorial Legados, 2012), Rubén Romero Sánchez afirma un estilo que abre su poesía a originales posibilidades de conocimiento de la realidad cotidiana a través del individuo como ser desarraigado que se pregunta por su existencia y su razón de estar en el mundo. En este poema la maldad no es una opción sino una imposición de un poder omnímodo en un tiempo sin dioses.

En el marco del quehacer poético español y, en algunos aspectos, también en el del quehacer hispanoamericano, se verifica un propósito generacional de trascender las limitaciones realistas derivadas de una idea de la poesía ajustada al canon de lo evidente y al fuego de artificio de un lenguaje doméstico que, no pocas veces, sucumbe a la retórica dialógica. Esta nueva generación de poetas presenta voces potentes y personales, como la de Rubén Romero Sánchez, que sin renunciar a una visión particular de una realidad condicionada por la anomia social y política y la consecuente incertidumbre, tiene en común su tendencia a lanzar las anclas a la tradición literaria que se origina con los libros fundacionales -la Biblia, los libros homéricos y los clásicos greco-latinos- y aquellos que han señalado hitos como retratos de tal o cual estadio de la civilización.
Romero Sánchez, sin renunciar por momentos a un lenguaje canalla o los guiños a los modernos rapsodas -Cohen, Paul Simon, Springsteen, Reed, etc.- no escribe una colección de poemas -un poemario-, sino un poema centrado en un protagonista -el mal hombre- que le permite articular como una historia su peripecia vital y también su drama existencial como huérfano de dioses. El poeta a través de una canción de cinco cantos -Del amor, De la traición, Del tálamo, Del olvido y Del perdón- que constituyen otras tantas estaciones del estar en el mundo, narra la odisea de un destierro mayor, en el que el hombre se enfrenta a un desamparo esencial, a una soledad de la que nadie escapa y que, en su radical manifestación, trasciende la individualidad. El yo en el que pretende hacerse fuerte. Una pretensión vana en la medida que somos lo que dejamos de ser [la voz que tuve antaño / acude a visitarme en madrugada], a causa de esa sumisión irreductible al tiempo ante el cual ninguna protesta tiene sentido [Hoy protesto de por qué el tiempo / tiene que seguirme...] ni tampoco la constatación de que la traición de dios se reduce a un acto de fe.
Estos puntos son la piedra angular de la poesía de Rubén Romero Sánchez, quien de este modo deja señalada una poética a la que sólo el exabrupto o el tropiezo en la metáfora «sabinoide» pueden malograr.

sábado, 10 de noviembre de 2012

DECIRES DESDE LEBRIJA... Álvaro Miranda

Antonio Tello y Álvaro Miranda




Decires desde Lebrija o Nebrija y Álvaro Miranda en el mar de la lengua es una breve antología poética de Álvaro Mirada que, en 2009, Ulrika Revista de Poesía editó con motivo del homenaje que se tributó al poeta colombiano en el marco del 17º Festival Internacional de Poesía de Bogotá. La sencillez de la edición antes que velar exalta la poderosa poesía de Miranda.

Ya desde el largo título queda sentada la intención del autor de provocar que la enunciación de sus poemas siempre es mayor que el contenido de éstos. Sin embargo, Álvaro Mirada al apelar a este recurso pone de manifiesto antes que el marco del poema -la Historia- es mayor que éste y que es el poema mismo, su relato, la anécdota, el que alimenta y señala la orientación de la Historia. 
La antología reúne poemas de cinco libros de Álvaro Miranda - Tropicomaquia, Indiada, Cuatro de Lebrija, Los escritos de don Sancho Jimeno y Simulación de un reino- que, no obstante su distinta procedencia, tienen la unidad de un proyecto poético sostenido en la idea de que la historia y el lenguaje -«el mar de la lengua»- conforman la identidad y el presente histórico del continente.
Con un profundo conocimiento y no menos sensibilidad, el poeta rescata la fonética y hasta la morfología de la lengua castellana de los tiempos de la Conquista y de su progresivo mestizaje que cuaja en una original expresión capaz de generar imágenes que reflejan con fidelidad el curso copioso de la vida. La metáfora surge así no como un ornamento retórico, como una peana para los protagonistas de sus distintos poemas, sino como una visión exuberante de todo acontecer en un territorio donde los colores, los olores, los deseos y las pasiones aparecen maridadas con la imaginación salvaje del trópico. A todo ello contribuyen el sonsonete de las aliteraciones, las anáforas fantásticas y la antropoformización de la naturaleza - sumo viento descuartizado y descuartizante o estornudo de todos los volcanes- articuladas con la ciencia de quien está dotado para dar cuenta del nacimiento de un nuevo mito.
Un mito -el de la América tropical- que encuentra precisa expresión en la lengua culta, socarrona y zumbona de un castellano que suena antiguo, pero que en realidad es antigua latencia que da vida a los protagonistas de un pasado que es instante genésico de la historia continental. Acierta Amílkar Caballero de la Hoz cuando parangona al poeta colombiano con el antillano y premio Nobel Derek Walcott, pues ambos trascienden las limitaciones -políticas, ideológicas, religiosas- del discurso histórico con los recursos que les brindan la imaginación y la visión poética de la realidad para exponer con naturalidad las raíces europeas de una cultura nueva.
Con su poesía, con su modo de abordar el tiempo de la Conquista y la recreación de una lengua que se convertirá en soporte de la identidad hispanoamericana, Álvaro Mirada revela los fundamentos de la historia del continente y cuestiona esa presunción de Hegel según la cual América es sólo geografía y paisaje.