En Sobre el estilo tardío, música y literatura a contracorriente (Debate, Argentina, 2009, trad. Roberto Falcó Miramontes), Edward W. Said aborda una profunda reflexión sobre la cultura europea del siglo XX a partir de las pulsiones creativas de los grandes artistas que se rebelan contra el orden acomodaticio del sistema. La muerte impidió que Said terminara este libro, tarea que asumieron numerosas personas, entre ellas el crítico Richard Poirier y Michael Wood, autor asimismo de la introducción.
Edward W. Said, intelectual palestino fundador junto al judío argentino, Daniel Barenboim de la Fundación que lleva sus nombres, cuyo objetivo es la reconciliación y la paz entre sus pueblos, aborda en este libro uno de los aspectos capitales del devenir de la cultura europea del siglo XX a partir de las reflexiones que Theodor W. Adorno dedicó a Mozart, Beethoven, Wagner, principalmente, y en quienes identificó el «estilo tardío». Éste, según Said, no tiene nada que ver como la acomodación tranquila y narcisista de los viejos creadores que sienten la proximidad de la muerte y siguen aspirando a la trascendencia de sus nombres, sino con esa perturbación espiritual que mueve a otros a rebelarse contra lo ya dicho -«la articulación del silencio»- y a buscar con su último aliento un exilio voluntario y revelador. Mediante esta conducta que se traduce en el «estilo tardío», el artista busca «rechazar las ventajas que (ofrece) la cómoda pertenencia a una sociedad, una de las cuales , no menos importante, (es) no ser leído ni entendido fácilmente por un grupo (mayoritario) de personas», tal como observa a través de esta cita Juan Goytisolo.
El «estilo tardío» no siempre es una alusión al tiempo, pero deja una estela de él a su paso, porque es una forma de recuperar el tiempo, pasado o vivido, al modo como lo hizo Marcel Proust y que se verifica de modo explícito en los últimos capítulos de En busca... Este estilo, que es para Adorno según Said «una fragmentación del paisaje», es la «conversión del tiempo en el espacio», una «apertura de secuencia cronológica que se adentra en el paisaje para poder ver, experimentar, captar y trabajar con el tiempo». En este sentido resulta revelador el análisis que hace de El gatopardo, la novela póstuma de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. En ella no ve una novela experimental, sino una obra que a través de su técnica escapa a las pautas establecidas por la industria cultural, la cual tiene la continuidad del hilo argumental como su piedra angular. Lampedusa desarrolla ese hilo argumental de «forma discontinua, como una serie de fragmentos o episodios relativamente discretos pero bien hilvanados, cada uno de los cuales está organizado en torno a una fecha y, en algunos casos, un acontecimiento...[...] Esta técnica le concedió a Lampedusa cierta libertad que le permitió alejarse de las exigencias de la trama (la cursiva es mía), casi primitiva, y le permitió elaborar los recuerdos y los sucesos futuros [...] que manan de los simples acontecimientos de la narración».
Junto a Lampedusa, aparecen como recurrentes del «estilo tardío», el mismo Adorno, Thomas Mann, Richard Strauss, Jean Genet, Kavafis, Glen Gould, entre otros. Entre todos forma un grupo con los que «clausuran su tiempo» -Sófocles, Shakespeare- y otro -Eurípides, Cervantes, Beethoven, Richard Strauss, Matisse- con quienes lo tardío es «intransigencia, dificultad y contradicción no resuelta». En esta línea de pensamiento, Said coincide con Adorno cuando dice que la Novena sinfonía y, sobre todo, la Misa solemnis, de Beethoven «constituyen un acontecimiento de la historia de la cultura moderna: un momento en que el artista, a pesar de ser dueño absoluto de su medio, abandona la comunicación con el orden social establecido del que forma parte y alcanza una relación contradictoria y alienada con él. Sus obras tardías constituyen una forma de exilio». Exilio que se traduce en silencio y ocultación, tales como los que sufrieron, por ejemplo, Goya y, antes que él, Caravaggio.
«¿Y qué puede decirse de un artista como Glenn Gould -escribe Edward Said-, que creó su propia forma de expresión de lo tardío mediante la autoexclusión del mundo de la interpretación en vivo, con lo que devino intransigentemente póstumo, por así decirlo, y, al mismo tiempo, intensamente activo?»