lunes, 18 de julio de 2011

CUENTOS DE AMOR DE LOCURA Y DE MUERTE, Horacio Quiroga



 Volver a la lectura de grandes maestros, en este caso del cuento, tiene la virtud de poner al lector ante una perspectiva nueva. La de Cuentos de amor de locura y de muerte (Reysa Ediciones, 2005), de Horacio Quiroga es la que le revela la evolución estilística en paralelo a la progresión de una vida signada por la tragedia.

Cuentos de  amor de locura y de muerte, título al que se ha respetado el deseo del autor de no colocar la coma, constituye un extraordinario punto de partida para comprender el mapa creativo de América Latina y la densidad de las pasiones en íntima vinculación con las manifestaciones de la naturaleza, así como con lo mágico y lo extraño. 
El uruguayo Horacio Quiroga bebió inicialmente en las fuentes de los simbolistas franceses y a través de ellos, en particular de Charles Baudelaire, de Edgar Allan Poe, con quien compartió el gusto por el terror y la sangre. Cuentos como La gallina degollada o El almohadón de plumas son claramente deudores del maestro de Boston. Pero más allá de estas inclinaciones hacia la violencia y lo oculto, Horacio Quiroga evoluciona progresivamente de su adhesión modernista hacia un tipo de realismo en el que se centra en los mecanismos de los sentimientos y la conducta humana y los factores azarosos que intervienen en ella. 
En La muerte de Isolda, no obstante su fuerte componente romántico, el protagonista no puede evitar que el azar lo enfrente a un antiguo y despreciado amor y descubra el alcance de su error. En la Insolación o A la deriva, cuento este último cuyo drama resuelve mejor en El hombre muerto, que no figura en este volumen, es la naturaleza -que se manifiesta a través del sol y de una serpiente respectivamente-  los protagonistas se enfrentan a la muerte con tiempo suficiente como para que puedan reconocerla y aceptarla y aceptarse como partes del ciclo de la vida. La maestría de Quiroga, en estos y muchos de sus cuentos, es situar al lector en la misma posición del protagonista y no ver ni sentir otra cosa que lo él ve o siente. En esa particular situación, el lector puede experimentar las vivencias del individuo en condiciones extremas y la dura lucha entre la voluntad y la razón, y entre el azar y la naturaleza.


Foto: A.T. ante el busto de Horacio Quiroga en su casa museo de San Ignacio Miní (Misiones, Argentina)