La personalidad y la obra de Mario Satz conforman un permanente cuestionamiento de las fronteras geográficas, políticas y, en el terreno literario, de los géneros. Su cultura se ramifica abriendo particulares caminos al saber como lo hacían los humanistas del Renacimiento. Como a éstos, a él el saber científico no le es indiferente, ni el de la cábala, de la que es uno de los más importantes especialistas, y tampoco el arte plástico, en particular la acuarela, suerte que ejecuta con la delicadeza de los chinos, como se aprecia en las ilustraciones que firma en La parábola de los pájaros cantores (Miraguano Ediciones, 2008).
En este hermoso libro, como ya lo indica su título, los pájaros son los protagonistas de una delicada metáfora de la vida y el alma humanas, en lo que éstas tienen de destello del Universo. Con el tono envolvente de los viejos contadores de cuentos y la evocación prosódica en cada una de las fábulas de las narraciones orientales, cuyo ejemplo más significativo para los occidentales acaso sea la vasta Mil y una noches, Mario Satz enfrenta al lector ante verdades tan sencillas como esenciales.
Todas las fábulas contienen una enseñanza presente en la tradición de los cinco continente, pero tal vez la que mejor define el espíritu de este libro dulcemente poético es la LXI, que narra la historia del miná de Java comprado por un amaestrador de pájaros indio, quien le enseña a hablar. Krishniki, que así es bautizada el ave, en su «prodigiosa mente de pájaro archivaba incluso las medias palabras o los más débiles sonidos que se producían a su lado, ignoraba qué cosa sea el olvido». Tras una larga vida y las peripecias que hacen al relato, antes de morir el misná cantó: «Dulce como la miel es esta tierra para todos los seres. Dulce como la miel son todos los seres para esta tierra.»