La erótica del relato. Escritores de la nueva literatura argentina (Adriana Hidalgo editora, 2009) es una antología que tiene como compiladores a los hermanos Jimena y Matías Néspolo, que reune, incluidos ellos, a diecisiete narradores de la generación de los años setenta.
Estos jóvenes escritores, que se autodenominan «Los heraldos», incluyen al inicio del libro un manifiesto a modo de declaración de intención estética, la cual se define más por lo que rechazan de la narrativa argentina contemporánea que por la búsqueda de la novedad formal o temática. «Los ejercicios de estilo o de vanidad nos arruinaron el oído. Ahora la música nos es ajena. Quizás nuestras frases desafinen. Hagan ruido. Pero suenan». Este es acaso el párrafo más interesante de su propuesta generacional, ya que lleva implícita el reconocimiento de su necesidad de una lucha por recuperar lo perdido a causa de esa orfandad a la que el terror de Estado los condenó. «Es cierto que del parricidio no podemos jactarnos. La dictadura os dejó huérfanos», confiesan, pero también declaran «asumimos el riesgo y nos tomamos en serio el simulacro», sabedores de la dificultad de dar el salto sobre la ausencia de la generación aniquilada para establecer contacto con la tradición cultural.
Si bien la selección de los hermanos Néspolo no escapa a lógicos altibajos, La erótica del relato constituye una muestra muy solvente de esa camada de narradores que nació, en su mayoría, en los años de la atroz dictadura militar. Con un notable dominio de los recursos narrativos y del lenguaje, los jóvenes escritores buscan escapar de la mera crónica realista y del discurso testimonial para proponer un imaginario en el que el terror se manifiesta como una amenaza brutal y misteriosa en ocasiones y en otras como una pulsión mórbida irrefrenable, o en el que la muerte física evita el dolor de la muerte afectiva, o en el que la identidad acaba disuelta en visiones o ecos de visiones. Muy significativos son en este sentido los cuentos de Jimena Néspolo -Las cuatro patas del amor-, Claudia Feld -Cambio de suerte-, Oliverio Coelho, -La presa-, María Casiraghi -La entrevista-, Marcelo Damiani -El sentido de la vida- y Matías Néspolo -El hachazo-, un cuento que enlaza por su angustiosa tensión e inevitable desenlace con El hombre muerto de Horacio Quiroga. Este último apunte sirve para señalar que estos jóvenes narradores al reconocer el abismo han sabido salvarlo con su mirada.
Los otros heraldos son Marisa do Brito Barrote, Jorge Hardmeier, Gisela Heffes, Federico Levín, Pablo Manzano, Martín Murphy, Mauro Peverelli, Patrio Pron, Ricardo Romero, Hernán Ronsino y Diego Vecchio. Es difícil saber si todos harán carrera literaria, pero sí que tienen buenos argumentos para seguirla.
Si bien la selección de los hermanos Néspolo no escapa a lógicos altibajos, La erótica del relato constituye una muestra muy solvente de esa camada de narradores que nació, en su mayoría, en los años de la atroz dictadura militar. Con un notable dominio de los recursos narrativos y del lenguaje, los jóvenes escritores buscan escapar de la mera crónica realista y del discurso testimonial para proponer un imaginario en el que el terror se manifiesta como una amenaza brutal y misteriosa en ocasiones y en otras como una pulsión mórbida irrefrenable, o en el que la muerte física evita el dolor de la muerte afectiva, o en el que la identidad acaba disuelta en visiones o ecos de visiones. Muy significativos son en este sentido los cuentos de Jimena Néspolo -Las cuatro patas del amor-, Claudia Feld -Cambio de suerte-, Oliverio Coelho, -La presa-, María Casiraghi -La entrevista-, Marcelo Damiani -El sentido de la vida- y Matías Néspolo -El hachazo-, un cuento que enlaza por su angustiosa tensión e inevitable desenlace con El hombre muerto de Horacio Quiroga. Este último apunte sirve para señalar que estos jóvenes narradores al reconocer el abismo han sabido salvarlo con su mirada.
Los otros heraldos son Marisa do Brito Barrote, Jorge Hardmeier, Gisela Heffes, Federico Levín, Pablo Manzano, Martín Murphy, Mauro Peverelli, Patrio Pron, Ricardo Romero, Hernán Ronsino y Diego Vecchio. Es difícil saber si todos harán carrera literaria, pero sí que tienen buenos argumentos para seguirla.