Lo acuna en el antebrazo izquierdo contra el regazo. Con la derecha le soba el lomo y la cabeza. Se agacha un poco, como si lo quisiera arropar, y pega un salto apartando la cara del posible arañazo. Siento un ruido como de ramita seca que se quiebra y el Chueco sostiene por el pellejo el gato convulso. La cabeza ladeada, las patas rígidas. Ya no se mueve.
Con este inicio brutal, Siete maneras de matar un gato (Los libros del lince, 2009), de Matías Néspolo, sitúa al lector en el mismo corazón de la violencia social. A partir de ese momento la acción, protagonizada por dos adolescentes unidos por una amistad tan entrañable como viciada, se desarrolla de un modo trepidante hasta el final. Habitantes de un pueblo de chabolas, esas vastas villas miserias que conforman los cinturones de las grandes ciudades latinoamericanas, argentinas en este caso, estos jóvenes hijos de familias desestructuradas, y lo que es peor de una sociedad igualmente desestructurada, son educados en la supervivencia del animal. El único referente de las leyes y la autoridad civil que rigen en la urbe es un comisario corrupto que utiliza las bandas que se disputan el control del trapicheo de la droga, el robo y la prostitución doméstica, mientras el resto de la tribu malvive integrándose en las huestes de cartoneros o piqueteros.
La peripecia del Chueco y del Gringo -el narrador- es la de los condenados a vivir sin aliento y sin salida, sin más recurso que la violencia, en los albañales de la civilización. Meras ratas del basural su escapatoria es apenas un sueño, una ilusión, que a veces cobra la forma del amor o el descubrimiento de un libro -Moby Dick, Herman Melville-, en el cual el protagonista busca desesperadamente un sentido para su propia existencia.
Sostenida por una prosa vigorosa que prolonga el léxico coloquial de unos diálogos que complementan con eficacia el texto narrativo, Siete maneras de matar un gato es una novela que revela sin concesiones románticas ni ideológicas la realidad de los marginados y también, como un eco, la de un país cuyos parámetros morales fueron arrasados por la violencia y el terror de Estado.