En estas 44 Cuartetas (Emboscall, 2008), Osías Stutman es más coherente con su yo poético que con su poesía. No puede afirmarse que haya aquí una ruptura con su obra anterior, pero sí un elegante cuestionamiento a algunos de sus anteriores recursos estilísticos que tendían a disimular la naturaleza esencialista de su poesía. La sencillez no enseña nada / pero sorprende con su presencia / en el texto. Sorprende por inesperada / y por que funciona como afectación, escribe el poeta. De espaldas a la intrusa, la fama, siempre fiel a su yo poético, Stutman verifica su sorpresa ante una vocación estilística que lo ha llevado a prescindir de toda afectación intelectual acercándolo, hasta el punto de atisbarla, a la ciudad de Engels, a ese mundo con «aire de familia». Un mundo que contiene el secreto, la verdad poética, cuya percepción parecía ocultársele detrás esos artificios dichos sin inocencia y que quizás compartía con aquella gente que escribe y que huele en la noche. Es por esto que Stutman se pregunta en la cuarteta 26: ¿Realzo o resisto ese género / que escribo, tan diferente / del otro que escriben / los que no escriben como yo? Pero no es una pregunta retórica, porque el poeta ahora tiene la certeza de que por fin escribe en esa lengua inexistente que entienden quienes han comprendido que sólo el secreto se aprende. Acierta Carlos Edmundo de Ory cuando en el prólogo afirma que estas 44 Cuartetas de Osías Stutman «suenan a música de pensamiento oral», pero por esto mismo van mucho más allá de meras «fragmentaciones de recuerdos y olvidos calidoscópicos». Estas cuartetas, por su radical decantación, son notas comprensibles -en la medida que la música lo es- que portan al lector los ecos de la perplejidad de un poeta que acaso ha llegado, como la ciudad de Engels, al principio de ese descampado .