La lectura de Leonardo da Vinci, de Sigmund Freud (Belacqva, 2007, trad. Paula Kuffer), es apasionante. El padre del psicoanálisis penetra a través de sus escritos y de algunas de sus obras plásticas en el espíritu del artista. Los capítulos dedicados a la Mona Lisa y a Santa Ana, María y el Niño constituyen uno de los análisis más inteligentes y reveladores de la naturaleza de los impulsos creadores de la historia del arte. Pero del mismo modo que la célebre sonrisa leonardesca que Da Vinci «descubrió» en Mona Lisa del Giocondo resulta enigmática, el texto de Freud, que es además la única biografía que escribió, resulta inquietante.
El análisis psicoanalítico que se plantea parte de un supuesto sueño o fantasía infantil que Leonardo incluyó en sus escritos. «...Un buitre se acercó a mí, me abrió la boca con la cola y me golpeó con ella en los labios repetidas veces.» A partir de esta traducción incorrecta, como apunta la traductora, ya que en el original no habla de un buitre sino de un milano (nibio), Freud sustenta, apoyándose en la idea mitológica del buitre unisexual, toda su argumentación psicoanalítica sobre la personalidad de Leonardo. En primera instancia, el lector interpreta que todo el andamiaje analítico carece de sentido; se pregunta a su vez cómo es posible que un estudioso como Freud cometa este error garrafal. Pero, a medida que avanza en la lectura intuye la verosimilitud de la especulación y que aquello que alimenta el texto no es el hecho de que sea «buitre» o «milano», sino el carácter simbólico de la cola de un pájaro introduciéndose en la boca de un niño. Acaso por esta razón Carl Jung le dijo a Freud que esta biografía de Leonardo da Vinci era «maravillosa».