Magnolias grises (Fojas Cero/editora, Córdoba, Argentina, 2009), es el primer poemario que publica la cordobesa Silvia Cristina Rodríguez. Este libro es ante todo un tributo a la amistad atravesado por el dolor y las heridas de una sociedad en la que nadie salió indemne. La mirada y la intención de la poeta son claras y sencillas desde su primer poema, ese ingenuo y emotivo Marina («Baja mi mano / a un charquito ( para mover el barco / que me llevará hasta vos. // Frágil barco de papel / que te mueves por azar, / ¿qué te impulsa a navegar? // Sopla el viento de estribor / porque lo muevo a pulmón // lo impulsa mi corazón.»)
Recurriendo a un símil plástico, Magnolias grises, que la autora ha querido ilustrar con postales japonesas, es un libro impresionista en la medida que son las impresiones que las visiones, los sueños y las relaciones humanas han dejado en su alma las que forman el cuerpo de cada poema, más allá de la perfección formal o de la aspiración lírica. Es precisamente este impresionismo el que determina la audición de una voz poética que suena como un susurro cómplice entre las voces tácitas de sus amigos, cuyos rostros, aunque lleven algunos el sello de su nombre, tienen los rasgos del prójimo.