Lírica de una Atlántida (Galaxia Gutenberg / Círculo de los lectores, 1999), reúne la poesía de Juan Ramón Jiménez escrita entre 1936 y 1954, en una magnífica edición a cargo de Alfonso Alegre Heitzmann. La relectura de JRJ, a quien ciertos poetas principales de España trataron de ignorar, nos ayuda a dimensionar la distancia que existía (existe) entre la obra de uno y otros.
El compromiso de diálogo con el poeta Alfonso Alegre Heitzmann centrado en el poema Espacio confrontado a La tierra baldía, de T.S.Eliot, fue el detonante de una lectura que renovó la percepción del poderoso influjo ejercido por JRJ en la moderna poesía de habla castellana al rescatar su pasado más noble, en cuyo linaje figuran Quevedo, Góngora, pero sobre todo, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila y Miguel de Molinos pasados por el tamiz de los simbolistas franceses y el radicalismo propuesto a través del monólogo interior por James Joyce. Estos son algunos de los sustentos con que J.R.J. fragua un nuevo lenguaje poético que logra que el poema mismo sea la columna vertebral de la realidad del mundo que describe con ambición abarcadora, trascendente.
En Espacio no hay asunto ni argumento sino voz que unifica con «embriaguez rapsódica», según Díaz-Canedo y conduce en «un oleaje verbal» (Sanchez Robayna) a la liturgia de la celebración de la vida, pues «los dioses no tuvieron más sustancia que la que yo tengo». Para Juan Ramón, el único dios, es el dios poético, la palabra, al que no busca sino que va a su encuentro disolviendo su yo en la sustancia, en el tiempo. «Mi mejor obra -dijo en una ocasión para justificar esa búsqueda- es mi constante arrepentimiento de mi Obra».