lunes, 8 de noviembre de 2010

NO SUFRIR COMPAÑÍA, Ramón Andrés


El silencio constituye un elemento esencial para recobrar el sentido original de las palabras tanto en su uso cotidiano como en su utilización poética. En No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio (Acantilado, 2010), Ramón Andrés aborda con sensibilidad y erudición la importancia del silencio en la mística occidental y su influencia en la corporización de una corriente poética que llega hasta el presente.

En una época en que el lenguaje sirve de instrumento para construir las falacias de los regímenes totalitarios y ocultar las mezquindades políticas de las democracias parlamentarias y los oscuros propósitos del poder económico, la apelación al silencio y el conocimiento de su tradición aparecen como recursos necesarios para reencontrar, de ser posible, el sentido original de las palabras. Ramón Andrés ha reunido en No sufrir compañía los escritos fundamentales de la mística occidental sobre el silencio. 
En un soberbio prólogo, cuya naturaleza poética se fija desde su primera frase -«Hay un silencio que procede del desacuerdo con el mundo, y otro silencio que es el mundo mismo»- Ramón Andrés sitúa al lector ante el fenómeno del silencio, esa «intuición de un más allá del lenguaje», y ante la búsqueda del mismo emprendida por los místicos españoles del siglo XV al XVII. Entre García Jiménez de Cisneros y Miguel de Molinos y las figuras sobresalientes de Juan de la Cruz y Teresa de Jesús, Ramón Andrés trae a colación otros nombres y escritos no menos importantes que siguen alimentando una tradición que pareció desaparecer en el siglo XVIII sepultada por las prácticas realistas y didácticas consagradas por el naturalismo del siglo XIX y hoy vigentes gracias al ruido mercadotécnico. La experiencia abisal, según expresión de José Ángel Valente, que constituyó un camino de aproximación a dios para los místicos, en la actualidad se presenta como esencial para devolver al lenguaje su energía original y salvarlo de la degradación que convierte la realidad en un atroz sinsentido.