martes, 28 de agosto de 2012

EL DÍA MENOS PENSADO, Alberto Gimeno

















El día menos pensado (Alrevés, 2012), de Alberto Gimeno es una crónica del proceso destructivo de la memoria a causa del alzheimer y las consecuencias que ello comporta no sólo para quien sufre la enfermedad sino, sobre todo, para el entorno familiar más próximo. El hecho de que la historia parta de una experiencia propia del autor contribuye sin duda a que el libre transmita matices que en su conjunto hacen de él un libro intenso, tierno y desgarrador al mismo tiempo.

Definir El día menos pensado como una crónica no es gratuito. Alberto Gimeno no parece dispuesto a transigir con la ficción y procura notariar pormenorizadamente el avance devastador del alzheimer, un mal que parece haberse extendido como consecuencia de la prolongación de la vida humana sin que la ciencia demuestre tener el control sobre ella. Gimeno pone en escena a la madre y la tía del narrador, cuya memoria, uno de los fundamentos que determinan y condicionan la identidad y la personalidad de los individuos, va siendo devastada por la enfermedad. 
En tanto que el ser humano es carne y tiempo, depende de la memoria para establecer su vínculo con sus congéneres y las cosas del mundo. Gimeno sabe esto y lo introduce como elemento directriz de su crónica y al hacerlo logra trascender los límites que ésta comporta situando al lector ante la verdadera dimensión corruptora de la dolencia. Progresivamente, quienes sufren este proceso degenerativo de la memoria van extrañándose del mundo y viendo como extraños a sus habitantes y son algunos de éstos, generalmente los seres queridos, quienes se esfuerzan en impedir que no se alejen aun a sabiendas de que es una empresa condenada al fracaso. Salvo en sus islas de lucidez, estos náufragos de la realidad no sufren su alejamiento y de esa ausencia de dolor nacen códigos de conducta y de relación que llevan al límite la capacidad de resistencia de aquellos que los rodean sin reparar en el daño que infligen. Al mismo tiempo, en éstos va fortaleciéndose un sentido de una responsabilidad cada vez más amoral y aséptica, cuyo alcance, no obstante, depende tanto del amor como de la culpa o quizás de ambos sentimientos para afrontar el rencor y la ira gratuitos o situaciones en las que la obscenidad y la humillación hacen inútil todo atisbo de pudor.
Alberto Gimeno narra con crudeza no exenta de ternura y cierto humor la peripecia de una dolencia que trastoca el sentido de la vida poniendo de manifiesto la importancia del recordar lo vivido con aquellos seres queridos que van olvidándose del mundo y de sí convirtiéndose en otros, en sombras de lo que fueron, hasta hacerse extraños mientras esperan la muerte que los libere del mal del olvido y alivie el recuerdo y el quehacer cotidiano de los vivos. Con esta forma de narrar lo vivido, Alberto Gimeno cuestiona asimismo a quienes creen que la verdadera narración consiste sólo radiografiar la realidad al modo de los maestros decimonónicos. Alberto Gimeno cuenta un drama de alienación  y lo hace dejándose arrastrar por el natural fluir de una voz consciente, lúcida e imaginativa.