Teseo no saldrá del laberinto (In-Verso Ediciones de poesía, 2012), de José Florencio Martínez es una metáfora de la razón extraviada en una civilización a la que el absurdo y el sinsentido parecen haberla condenado. El poeta busca en el poema la luz de la antigua Grecia como el navegante el faro que lo guíe en medio de la tormenta.
Para José Florencio Martínez, la Grecia clásica aparece en su horizonte poético como un signo vívido donde anhela hallar la palabra reflexiva, el logos, dirá él, que le permita explicar y explicarse las causas por las que caen los muros de una cultura mayor. Como la Ifigenia de Goethe, José Florencio Martínez «busca con el alma la tierra de los griegos» (re)construyendo en la memoria los fundamentos vivos de la civilización, en la que el euro es moneda de cambio. Pero en este empeño descubre que la luz y la belleza, que ya provocaron hace siglos otro renacer, han quedado fijadas en un arte que, por aspirar a la perfección las congeló salvaguardándolas de la acción corrosiva del tiempo. Como esas estatuas del jardín, donde atisbamos el torso de una diosa [...] su proporción hiriendo las pupilas, / congelando su dicha y su caricia.
Pero aun así, el poeta no se rinde y se entrega al latido hondo de los mitos - el mito / decanta en nuestro pecho su delirio- para sorprender a los héroes y a los dioses jugando a los dados y constatar una vez más que las guerras no son otra cosa que una confusión de «instintos y palabras». Las palabras que duelen más que la belleza cuando los hombres, venciendo su narcisismo, pierden sus máscaras y ven los que sus rostros vulnerables dicen. La belleza dolía más que el verbo / y en la faz de la fuente se vertía o Representas. Te duele la palabra. / La belleza es terrible. Sin la máscara, / tú mismo eres el monstruo y la penumbra. Y duele porque es misión de la palabra representar el cosmos y el acto del habla un conjuro de misterios gozosos. Este es el impulso que el poeta sigue arrastrado por el «nostos», la nostalgia del pasado aun a sabiendas de que no se puede volver, pero al que se orienta porque remar es la vida y la esperanza. Se vuelve por el mismo motivo que Ulises, -como el salmón retornas al amor, / al origen del mar y de la muerte-, para reconstruir en lo que queda de Ítaca la vida futura. A ella se vuelve, quiere el poeta, para no rendirse a la desesperanza y al olvido.
Al modo de los grandes poetas románticos -pienso en Novalis, en Hölderlin-, José Florencio Martínez hace de este conjunto de poemas algo más que un homenaje a la Grecia clásica y arqueológica. Teseo no saldrá del laberinto es un canto a la poderosa fuerza de los mitos que alumbraron la cultura y la civilización occidentales sobre los fundamentos de la razón. Teseo no saldrá del laberinto, viene a decir el poeta, a menos que el hombre moderno, angustiado por sus propios despropósitos, vuelva sobre sus pasos, recobre el hilo umbilical, alcance la nave y reme enfilando su derrota hacia la patria del logos.