viernes, 6 de febrero de 2015

GLÓBULOS VERSOS, Raúl Ariza

 Ariza durante la presentación de Elefantiasis en Barcelona
   Glóbulos versos (talentura libros, 2014), de Raúl Ariza no es un mero libro de microrrelatos sino una narrativa dialógica entre el cuento y la poesía que supone una propuesta arriesgada por superar las fronteras genéricas tanto como evidenciar los vínculos entre una y otra forma literaria.

Raúl Ariza es un joven escritor que, progresivamente, va encontrando la madurez narrativa y expresa una notable evolución que se detecta a través de la fluidez y de los recursos estilísticos, independientemente de su constante abordaje de los mismos temas. Temas que, como la mayoría de los narradores de estos tiempos, se centran en la descripción de la realidad cotidiana y en personajes generalmente tocados por el fracaso social y, por ende, del personal.
En esta tesitura, la muerte buscada y violenta, las más de las veces aparece como la única salida posible a esa frustración que penetra hasta las últimas entretelas afectivas y emocionales. Porque, lo que Ariza nos cuenta es la incapacidad de unos personajes, demasiado conocidos y corrientes, para afrontar la vida por su misma falta de coraje o por no haber detectado - o sabido detectar- a tiempo los errores de conducta que los conducen al fracaso. Así, el desamor y la desesperada e inútil lucha por la felicidad y el bienestar centran los instantes culminantes de esas vidas condenadas a perderse en la nada social.
Los cuentos [términos como "minicuentos", "microrrelatos", etc., me resultan algo chocantes por no decir, tal vez equivocadamente, supérfluos) de Raúl Ariza constituyen en su conjunto un tenue fresco emocional de una sociedad casi paralizada por la incapacidad de los individuos para comunicarse con naturalidad. No hay aquí obstáculos tecnológicos que impidan las relaciones sino la simple y llana incapacidad de seres alienados por la naturaleza de un sistema inhumano. Los poemas que se incluyen en cada uno de esos cuadros operan como objetos especulares que a veces complementan y amplían el sentido del relato y otras, pocas, aclaran dicho sentido, como si el autor desconfiara del alcance expresivo de su escritura. En este punto cabe recordar que un poema como un cuento son flechas lanzadas hacia un blanco donde su impacto ha de ser siempre preciso. El grado de precisión que requieren constituye una alta exigencia en el tratamiento del lenguaje y de la narración, que se traduce en la tensión. Esta tensión, cuando Ariza la consigue, valiéndose de su paciencia y de su talento, da lugar a excelentes piezas como son Olor a sal, Poesía a oscuras, Tarde de marzo y, sobre todo por su carga de misterio, La vieja casa del pueblo - sin duda la mejor del Glóbulos versos- que hacen que el lector se pregunte qué nos hubiese contado en muchos otros relatos si Ariza se hubiera lanzado sin miedo a las honduras de "la noche oscura del alma" atravesando el tejido anécdotico que los fija en la inmediatez de lo evidente antes de que sus protagonistas decidieran tirarse al vacío o acabar con sus vidas de otro modo.