Entre 1957 y 1959, apareció en la revista argentina Hora Cero la original historieta de ciencia ficción imaginada por Héctor G. Oesterheld y dibujada por Francisco Solano López, titulada El Eternauta, de la que en noviembre de 2007 Norma Editorial hizo una edición especial para conmemorar su quincuagésimo aniversario, con eficaz prólogo de Carlos Trillo.
La aproximación actual a esta obra clásica del cómic, como se le dice en la jerga peninsular a lo que en Hispanoamérica llamamos historieta, supone para quienes la leímos en aquella época explicarnos la naturaleza de las emociones (y perturbaciones) que entonces nos provocó su lectura. Por primera vez, lugares que resultaban familiares eran el escenario de acontecimientos extraordinarios que, ingenuamente, creíamos que sólo sucedían en otros lugares lejanos y prestigiosos, generalmente anglosajones. Pero había algo más, la historieta, soportada en unos dibujos de gran calidad, cosa nada sorprendente dado que en Buenos Aires en ese momento se concentraban artistas extraordinarios, como el mismo Francisco Solano López, Alberto Breccia, Carlos Freixas, Arturo del Castillo y Hugo Pratt, entre otros, daba cuenta de un personaje (Juan Salvo), que en una Buenos Aires paralela había sido esposo y padre entrañable, se presenta en la casa del mismo guionista como viajero del tiempo y resistente de una terrible invasión extraterrestre que se manifiesta al principio con una nevada mortal. En ese momento, el carácter de la historieta como metáfora de la realidad política del país y la oscura amenaza que se cierne sobre él es apenas perceptible, pero revela la intuición artística de Oesterheld para narrar a modo de anticipación la tragedia que se avecinaba. De esta lectura que latía por debajo de la lectura directa de los acontecimientos narrados nacía la inquietud perturbadora que dejaba en el ánimo de los lectores las aventuras de El Eternauta. Posteriormente, Oesterheld escribió una nueva versión en 1969 con dibujos de Breccia, con quien siete años antes había hecho Mort Cinder, y en 1976 El Eternauta II, de nuevo con Solano López, en los que el compromiso político se hizo más explicito hasta el punto de continuar los tramos finales de la historia en la clandestinidad. En 1977, el creador del Eternauta, miembro del grupo guerrillero Montoneros, fue secuestrado y, junto a sus cuatro hijas, hecho desaparecer por la dictadura militar que asoló Argentina entre 1976 y 1982. Estos hechos reales enriquecen conceptualmente El Eternauta, pero es en su concepción del mal, su amenaza y su horror, lo que le confiere la calidad de clásico.