Desde La verdad del caso Savolta, de Eduardo Mendoza (Seix Barral, 1975) y, más recientemente, La última vuelta del perro, de Jorge Rodríguez (Magenta, 2007) -descarnado retrato de la Barcelona olímpica- no había leído una descripción tan vibrante y vital de esta ciudad como en Una heredera de Barcelona, de Sergio Vila-Sanjuán (Destino, 2010).
Mediante un potente arranque narrativo próximo al thriller, Vila-Sanjuán pone al lector ante las puertas del laberinto social de la Barcelona de los años veinte, en la que se libra una violenta lucha de clases y de intereses personales, económicos y políticos. A partir de ese momento, el hilo de Ariadna que guía la lectura es la voz del abuelo del autor, parentesco que desaparece al convertirse Pablo Vilar, gracias a la fluidez narrativa, en un personaje que se entrega al orden de la ficción para hacer más verosímil la narración de los hechos.
«Pensamos que los viejos siempre han sido viejos, pero este episodio de los años formativos de mi abuelo me fascinó, tanto por lo que revelaba de su propio carácter como por la luz que proyectaba sobre ciertos ambientes de su tiempo: pero, sobre todo, por cierta ingenuidad animosa que trasmitía y que me resultó entrañable», afirma Sergio Vila-Sanjuán en el prólogo. Una de las virtudes de esta novela es que el autor hace de esta fascinación un mecanismo original para articular los hechos reales y los recursos novelísticos sin someterse a las leyes del argumento. Una línea argumental hubiese sido utilizar, por ejemplo, el caso de María Nilo como punto de partida de una investigación que al final revelara la oscura trama del poder. Pero aquí no existe tal linea argumental, sino la voz del joven abogado que a través de los casos que le tocan, de su posicionamiento social y político, de su vocación periodística y de sus relaciones personales construye un fresco vivo de un momento turbulento de la ciudad, cuyo trasunto metafórico es la heredera, esa bella, coqueta, inteligente y contradictoria Isabel Enrich.
El epílogo, que no el final de la novela, reúne en los prolegómenos de la Guerra Civil a los personajes que, desde su inteligencia y sensibilidad han logrado establecer un vínculo afectivo que trasciende los prejuicios sociales y de clase, los fundamentalismos ideológicos y el sinsentido de la violencia. Ellos son, parece querer decir Sergio Vila-Sanjuán, los verdaderos protagonistas de la Historia.