Después de la profunda crisis espiritual que sufrió tras cumplir los cincuenta años, en 1886, Lev Tolstói escribió una pequeña obra maestra, aunque ensombrecida por las centenares de páginas realistas, sangrientas y lacrimógenas, de Guerra y paz y Anna Karénina. Esta hermosa joya de la literatura de todos los tiempos es La muerte de Iván Ilich (Bruguera, 1981, trad. Augusto Vidal).
El arranque de esta nouvelle de menos de cien páginas responde fielmente a los cánones del realismo, corriente de la que Tolstói fue uno de sus grandes maestros. Un grupo de jueces de la época zarista centran su conversación en la muerte de un colega, Iván Ilich, y las consecuencias burocráticas que la misma acarreará para sus respectivas carreras. Tras este prolegómeno, el lector entra de lleno en la vida de Iván Ilich, un hombre mediano en todos los sentidos, pero con la suficiente inteligencia y ambición como para abrirse paso en la sociedad y escalar posiciones en ella hasta llegar al más alto escalón al que puede aspirar. Iván Ilich es en lo personal y en lo profesional un hombre de éxito.
Llegado el momento culminante de su carrera, con asombrosa naturalidad, Lev Tolstói sitúa a Iván Ilich en la capital del imperio, subido a una escalera ocupado en la decoración de su nueva casa. Iván Ilich cae y el golpe que sufre parece no tener consecuencias. Sin embargo, es el momento metafórico que señala su declive vital. La muerte aparece como antagonista e Iván Ilich se enfrenta a la soledad y a la imposibilidad de comprender el fin, al desconsuelo que le provoca acabar sus días. Sus reflexiones, que no encuentran salida, lo llevan a preguntarse al porqué de tanto sacrificio y ver de un modo nítido no exento de crueldad la vacuidad de las conductas de sus amigos y familiares e incluso de la suya.
En ese marco de feroz crítica individual y colectiva, sólo dos personajes parecen salvarse, su hijo adolescente, Vasili Ivánovich, y su criado Guerásim, cuya ternura natural era lo único que parecía calmar los padecimientos físicos y espirituales de Iván Ilich.
La muerte de Iván Ilich es una intensa y sincera reflexión sobre la vida y la muerte y a la angustia irresuelta que ésta causa en el individuo humano. Lo dicho, una obra maestra.