No es sorpresa lo que suscita Mística abajo (El Acantilado, 2008), de Andrés Neuman, sino gozo. La precisión de sus versos sostiene una poética que aspira a dar al lector una visión honda y abarcadora del mundo, ese lugar de «carne pensativa» que nos descubrió la tradición mística.
El poeta sabe que tratada la palabra como sustancia le sirve para entrar en esa dimensión superior del espíritu donde el ser y las cosas pueden revelarnos algunos de sus secretos. La nieve necesita / del barrido interior de la palabra / de su aguda atención, de su rastrillo / para tratar de ser / y sostener el blanco, escribe Andrés Neuman.
Esta pureza de la palabra, este empeño en hacerla sustancial, es una toma de posición poética que se funda en la voluntad de hacer del mundo un lugar de dicha, una radical rebelión contra el dolor y la derrota. Y es así que anota No hay fortuna del ánimo / sino esfuerzo de carne en la alegría, y también Necesito la carne para amarte, / la carne enamorada, pero no / más allá de la tumba sino contra la tumba.
El gozo de lectura de Mística abajo es reflejo de gozo de vida, de reivindicación del deseo de ser en plenitud, pues La juventud no acaba con la edad / sino con la certeza de algún daño [...] Cuando la muerte ajena empieza a hacerse propia / empieza la otra vida. / Otra mucho más breve. / Y mucho más cargada de deseo.