George Steiner por Loredano |
Los logócratas (Siruela, 2003, trad. María Cóndor), de George Steiner, instruye sobre la filosofía del lenguaje y de la lectura y de la meridiana toma de posición del autor ante la industria cultural en general y la editorial en particular. El conjunto de ensayos, la entrevista y el relato que componen este libro constituye una elevada y didáctica reflexión acerca de la conflictiva relación entre «gran cultura» y «cultura de masas», y también acerca de la importancia de la imaginación para el crecimiento espiritual de la humanidad.
George Steiner llama logótratas a los pensadores que creen que el logos, el alma hablante en lenguaje bíblico, es anterior al ser humano y por tanto atribuyen al lenguaje de modo implícito un origen divino, y al hombre el carácter de vehículo. GS, si bien considera que esta suposición conlleva el peligro de la deshumanización («in-humanismo») que subyace en todo discurso totalitario y que suele cristalizar en sistemas de la misma naturaleza, aprecia en esta doctrina el sentido trascendente del lenguaje que todo ser humano encarna y cuyo conocimiento exige un viaje al origen, que suelen protagonizar el filósofo y el poeta munidos de honestidad y voluntad para escapar de los cantos de las sirenas y del farfullo fenomenológico del mundo.
De esta actitud de GS, se infiere su mensaje de que ni siquiera los pensadores positivistas escapan a la logocracia a pesar de su insistencia en proponer el origen del habla y la evolución del lenguaje como una consecuencia de la división del trabajo como «parte de un continuum que abarca todas las formas de comunicación en las especies animales [...] y los códigos de comunicación pre o extraverbales...».
La única certeza que podemos tener, viene a decir GS, es que «el lenguaje y la humanidad son inseperables» y que sea su origen divino o natural es siempre «el necesario y justo instrumento de su [la del hombre] existencia social y política. Esta vinculación con la historia y con la política lleva a algunos logócratas, como Joseph de Maistre, a decir que hay una correspondencia entre la decadencia individual o social y la declinación del lenguaje. «Toda degradación individual o nacional es anunciada en el acto por una degradación rigurosamente proporcional del lenguaje», escribe De Maistre citado por GS.
Heidegger, el mayor de los logócratas para GS, el lenguaje es el ser mismo el que habla y por tanto «la casa del ser», de la cual el hombre es su guardián. En dicha morada residen las «palabras justas e inevitables» que constituyen la poesía y que han sido dadas al poeta para «que sea hablado» por el lenguaje a través del poema. Los poetas y los filósofos son, para Heidegger, quienes están, como escribe GS, «a cargo de las pulsaciones de luz del logos», los que «escuchan el silencio de la paz en el lenguaje y le hacen eco» y, por tanto, todos los demás quedan excluidos de este tarea. Por esta razón «una sociedad de consumo, una tecnocracia populista o directorial, ahoga sus voces. Inevitablemente corroe las disciplinas intelectuales, los silencios de la atención y las convenciones del respeto a lo canónico, que son indispensables para la verdadera difusión de la excelencia poética y filosófica», apunta Steiner.
De aquí que considere que, en la sociedad contemporánea, dominada por el consumo y el farfullo verbal, escritores y poetas como Celan, Kafka, Faulkner, Musil, Borges, etc., ya no serían publicados. «La vida intelectual absolutamente pura, en este nivel de abstracción se ve atormentada por un hambre de acción, una irreprimible necesidad de rozarse con la plebe». Por otra parte, esa «hambre de acción» que limita el espacio de la vida intelectual también reduce el tiempo de los lectores que se ven impelidos a lecturas rápidas de obras que necesitan ser leídas antes de que caduquen sus contenidos «comprensibles» y, consecuentemente, desprovistos de sus facultades críticas y de la paciencia necesarias para obras de contenidos resistentes al tiempo.
Otras reseñas de Steiner en Mis [re]lecturas: Lenguaje y silencio y Gramáticas de la creación.
De aquí que considere que, en la sociedad contemporánea, dominada por el consumo y el farfullo verbal, escritores y poetas como Celan, Kafka, Faulkner, Musil, Borges, etc., ya no serían publicados. «La vida intelectual absolutamente pura, en este nivel de abstracción se ve atormentada por un hambre de acción, una irreprimible necesidad de rozarse con la plebe». Por otra parte, esa «hambre de acción» que limita el espacio de la vida intelectual también reduce el tiempo de los lectores que se ven impelidos a lecturas rápidas de obras que necesitan ser leídas antes de que caduquen sus contenidos «comprensibles» y, consecuentemente, desprovistos de sus facultades críticas y de la paciencia necesarias para obras de contenidos resistentes al tiempo.
Otras reseñas de Steiner en Mis [re]lecturas: Lenguaje y silencio y Gramáticas de la creación.