martes, 31 de octubre de 2023

ASTEROIDES, Antonio Tello

 



Crónicas del Olvido


UN POETA EN LA INTEMPERIE DEL MUNDO
Por Alberto Hernández, crítico venezolano.
1.-
El verbo es la patria, dice una voz que viaja por este libro. Antonio Tello se reconoce en la lengua que habla, en la que lo construye cada vez que escribe un poema. Esa patria, lejana, anidada en las venas, sigue latente en cada verso que ocurre en este libro.
La definición asteroide implica una visión aérea, una rotación, un viaje elíptico, redondo o conducido por un universo que desconocemos. Ocurre que somos asteroides, que estamos sometidos a esa patria que se nos hizo lejos, tardía en la forma de recordarla o tenerla en el cuerpo, la otra patria: el cuerpo como texto que define lo que no somos, porque somos más adentro que clima exterior.
Antonio Tello es un poeta sacudido por la intemperie del mundo. Su poesía, de una belleza que conmueve, nos conduce hacia diversos paisajes, pero sobre todo hacia el interior humano.
2.-
Las palabras giran alrededor del poema. Son la poesía. La luz que emana de sus cuerpos irradia sobre la pupila de quien se asigna una persona. Una primera que habla desde su extranjería, desde la lejana visión del retorno a la tierra madre.
Recogernos en estos poemas implica hacernos parte de ese territorio donde el autor abriga la esperanza de recuperar la patria, hacer de las palabras, de la poesía, el único lugar donde sea posible respirarla, vivirla. No ser un extraño.
“Yo soy ese extranjero que mañana regresará a la patria
(…) Yo soy ese poeta que hundió en la tierra la palabra y he olvidado
El lugar (…) Yo soy el náufrago sin mares…”
Así comienza su navegación. Su rotación alrededor de una poética en la que los restos del mundo aparecen como parte de sus inquietudes. Así sus pérdidas, sus olvidos para recuperarlos con el eco que siempre lleva en su interior.
Y así sigue su viaje en el espacio de la página donde reposan
“las palabras que se quedan/ mientras avanzo/ (por)
paisajes que nunca conoceré.
Ser parte de lo que ha quedado de esas rotaciones existenciales, de esos desasosiegos lo impulsa a afirmar que:
“Sí, soy esa piedra entre las ruinas”
3.-
Del yo rotundo a la mirada en el otro, del otro compulsivo, arrastrado por las pérdidas, por la realidad de fuerzas extremas:
“Tanta ira, tanta violencia, tanta patria y al final todo se reduce a este diario naufragio”.
la voz que habla, la que escribe es también parte de un desahogo: “…el vértigo que nos abisma”,
aquí el yo se vierte plural para luego avistar un paisaje donde la poesía se hace de un lirismo aforístico: “La naturaleza del viento es la caricia”.
Y llega a preguntarse con todo el afán, el ahínco, la fuerza de quien se siente dopado por el silencio:
“¿Qué clase de versos son estos/ que vuelan de un continente a otro/ y nada dicen del abismo?”.
4.-
En plena intemperie, Antonio Tello sigue indagando, sin sosiego pregunta en una suerte de un extravío vital:
“¿Entro o salgo? ¿En que lado del umbral me encuentro?”.
Le queda su cuerpo astral, el asteroide que es como humano ser, como destino incierto, como resto de planeta verbal:
“…el cuerpo que nos queda…”
y
“La patria de los poetas es el corazón (…)”
Luego personaliza su región física, su revelado planeta acompañado:
“…soy la hierba bajo tu cuerpo”.
5.-
En la segunda parte del libro: “Cinturón de asteroides” resalta otra pregunta:
“Qué clase de realidad nos esclaviza?”,
y retorna a su adentro filosófico, reflexivo:
“…sin voz sombra/ sin cuerpo un latido que se extingue”.
Para afirmar con ánimo casi cartesiano:
“Sí, soy ese que piensa, que resiste…”,
Vuelve al plural: “Somos ese que grita”.
Esta es una poética de muchas aristas, pero sobre todo de una en la que el dolor por un país, digamos, por un desolvido, insiste en no desviarse. Por eso, el poeta se pregunta desde su experiencia:
“¿En qué piensa un exiliado?”.
Las respuestas podrían ser muchas. El poema rasguña, se mueve entre tantas asperezas, entre la sombra y la luz, entre el yo y el nosotros.
Estos asteroides seguirán rotando entre tanto espacio, mientras la voz de Antonio Tello crece como un planeta.