sábado, 29 de septiembre de 2012

LOS TRENES SALVAJES, Raúl Herrero



















Los trenes salvajes (Libros del Innombrable, 2011, 2ª edición), de Raúl Herrero es un libro que se vale de la lectura como una vía para entrar en la conciencia del lector con la misma e irresistible fuerza de un tren en marcha. Sus poemas no se atienen a la mesura y cada verso hace crujir las traviesas que aguantan el pensamiento unidireccional del lector-consumidor.

Esta segunda edición «revisada y aumentada por el autor», con textos a modo de prólogo de Antonio Fernández Molina, un apéndice con sendas reseñas de José María Montells y Enrique Villagrasa, y dibujos de Isabel Fernández Echeverría, es la versión de una metáfora exuberante que Raúl Herrero atina a organizar en vagones que transportan una particular carga explosiva.
Después de una invocación a la Musa, que repetirá al final, como el oficiante de un ritual pánico, el poeta se mide con Li-Po y brinda con el ermitaño Ju Si justo antes de iniciar el descenso de esa montaña al pie de la cual pululan los perros y sus vicios. Ese «orbe proterbo» donde el teatro de los hombres plásticos / visita ciudades donde se engulle el olvido y donde la neblina / me niega la forma original de la sustancia. Sin olvido y sin sustancia la realidad que se construye en ese «orbe proterbo» apenas puede sujetarse a hilachas del pasado sin fuerzas siquiera para vislumbrar el horizonte.[cuando el fuego apenas quemaba porque el pasado aún respiraba / y el presente no se construía según la observancia del futuro].
El lenguaje y la imaginería de Raúl Herrero son las vías por las que discurre ese viaje alucinante que ha arrancado en la cumbre de Zhong Nan y que lleva, arrastra, al lector al corazón del absurdo que domina el mundo haciéndole ver a través de las ventanillas los rostros de los mitos industriales -Frank Sinatra, Ivonne de Carlo, Lily Monster, Christina Ricci, Charlot, Thelonious Monk, Paul McCartney- y escenas de películas turbadoras hasta entrar en el oscuro territorio de los monstruos cotidianos que devoran los arquetipos de su especie -Jack the ripper, Nosferatu.
Es precisamente en la estación del vampiro, donde el libro alcanza su punto álgido y la poesía de Raúl Herrero es capaz de traducir en estado puro la latencia del misterio y de la desolación existencial.[En la mansión revolotea humo / que, una vez en el firmamento, / se convierte en otra ave. / Nosferatu, que es cabalista, / yergue la mirada para fulminar / al pájaro con su cautivo reflejo]. Nosferatu, esa «forma de ninguna forma» es un Narciso sin rostro, una víctima del tiempo de la que apenas le sobrevive su «espectro cambiante» que vaga por las galerías de su castillo «como una incorpórea serpiente interminable» [Con ojos invisibles descubro / que mi cabeza, arrastrada por el río, / se dirige al mar].
Pero la salvaje poesía de Herrero no se detiene allí y alcanza los límites de esa realidad donde los objetos reivindican su autonomía y el poeta se confiesa cosificado, pero aún pensante: Vivo en mi estantería, / sentado sobre varios libros. /Camino sobre ellos como un pato / mas no me importa, / porque recuerdo cómo leer. En ese espacio/tiempo externo a la razón es certeza la emancipación de las maletas de sus pasajeros, el avance de la milicia de caracoles y el trabajador vegetal cuya masa cerebral licuificada se mezcla con la saliva hasta que los viajeros, acaso sólo sus maletas, del tren salvaje llegan a la última estación para encontrarse con la «derrota ya pasada». Esa derrota que guarda la paradoja del goce del sufrimiento y de un tiempo en el que ni el pasado, ni la muerte tendrán lugar, / ni siquiera la esperanza volverá
Con ironía, humor -blanco y negro- y una rica imaginería, Raúl Herrero consigue que Los trenes salvajes dejen temblando el realismo y a los realistas y que la realidad de la poesía quede expuesta a los mil registros de la imaginación.

lunes, 24 de septiembre de 2012

BAZA DE COPAS, Ramón García Mateos

Baza de copas: ajuste de cuentas (Edhasa-Castalia Ediciones, 2012), de Ramón García Mateos, llega con la vitola del XXII Premio Tiflos de Cuentos, y con la jerarquía de un riguroso ejercicio narrativo elaborado a partir de una pulsión poética de tradición popular. De aquí que la lectura de este libro se revele como eco de las voces de rapsodas y bardos que, desde el más remoto pasado, han nutrido la memoria colectiva.


Los cuentos y relatos reunidos en Baza de copas: ajuste de cuentas  enuncian el deseo del autor de armonizar el mundo desde su oficio y, aunque diga que «cada cual aguante su vela», no hay aquí cobranzas  de deudas, ni literarias ni personales, que menoscaben la posición del narrador y acoten el sentido último de un libro en cuya escritura late la sinceridad del poeta.

Ramón García Mateos en tanto poeta considera estos artefactos -palabra que usa en homenaje al gran Nicanor Parra- vehículos de relación de hechos más o menos cotidianos que se elevan y elevan a sus protagonistas a la singularidad precisamente por el hecho mismo de ser relatados. Esta intención resulta crucial porque alimenta la oralidad de una escritura literaria a la que la modernidad ha venido despojando de esta característica en favor de la incomunicabilidad y del hermetismo propiciados por las élites culturales. En este sentido, RGM se reivindica no sin orgullo como poeta de raigambre popular, sin que por ello caiga en el costumbrismo o en el simplismo para contentar a los simples. RGM reclama la voz del poeta para que asuma en plenitud su papel social y cuente aquello que, a su juicio, debe ser contado. 

Ramón García Mateos
En este ajuste de cuentas que propone el poeta, poco importa que las piezas que componen Bazas de copas constituyan una mezcla de cuentos, relatos, anécdotas e incluso comentarios, porque lo vital para rehumanizar la expresión escrita es devolverla al arte de contar y restituir el vínculo más directo y entrañable con el otro. No es caprichoso que RGM inicie su serie de cuentos situando al poeta -situándose-, en un lugar público y proyectándolo -proyectándose- como un jugador del far west con la muerte siempre acechándolo por la espalda.[Escribo en los bares. Ocupo un rincón en penumbra, siempre de espaldas a la pared y con la mirada pendiente de la puerta, como en las viejas películas del oeste...]. Porque es desde ese «rincón en penumbra» que puede observar la realidad y contarla sabiendo que el relato de la verdad entraña peligro. Porque el poeta sabe que no hay relato como no hay poema sin verdad. Sin ésta el poema o el relato no son poema o relato sino excrescencias políticas, ideológicas, religiosas o económicas. Y lo que trasunta Baza de copas: ajuste de cuentas es esa vigorosa naturalidad que surge de lo verdadero, de lo esencialmente poético.

lunes, 17 de septiembre de 2012

HOBO, Juan Vico






Juan Vico, como otros jóvenes escritores españoles, reivindica la nouvelle como género significativo de la narrativa. Su Hobo (La Isla de Siltolá, 2012) ejemplifica con autoridad su creencia al dar contenido en apenas un centenar de páginas a la biografía de un músico vagabundo, un hobo, que transita por el paisaje  estadounidense de la gran depresión de los años treinta del siglo XX.

Hobo se define como nouvelle no sólo por la brevedad de la narración sino también por el pequeño formato elegido por la editorial para presentarla como un modo de reafirmación de la tesis defendida por el autor. El hecho de que Juan Vico haya elegido narrar la vida de Bob Skinny Lunceford en pocas páginas no debe tomarse como un capricho sino como una afirmación poética. Una afirmación que, consciente o no, clarifica la vieja confusión que ha acabado separando la poesía y la narrativa, según la cual ésta cuenta y aquella emociona. Una confusión que alimenta la idea de la poesía como vehículo de los sentimientos y la narrativa como recurso expresivo de la realidad.
Independientemente del mayor o menor interés que pueda despertar en el lector la experiencia vital de un músico en un marco histórico determinado, lo importante de Hobo es que sitúa en la modernidad un viejo asunto literario que afecta a la escritura, a los géneros y a la razón de ser de los mismos. La lectura de los libros fundacionales -La Ilíada, La Odisea, la Biblia, etc.- no revelan la música con que fueron dichos, contados, por los poetas que los repetían ni tampoco muchos de los sentidos de las palabras originales. Apenas si son esqueletos de lo que fueron y, sin embargo, cuando se los lee en las lenguas modernas, llega hasta el lector esa poderosa pulsión que los creó. Este latido original es la indestructible alianza entre la música y la palabra que permite a la voz narrante sobrevivir a la devastación del tiempo.
Los poetas -y Juan Vico lo es- saben de esta alianza y tratan de revitalizarla en un contexto vulgarizado por una prosa átona, para devolver a la narrativa las características de su verdadera naturaleza, es decir, la intensidad, la esencialidad y la originalidad de aquello que se cuenta. Es así cómo la lectura de las peripecias vitales de este hobo es capaz de trasmitir, tanto como lo hicieron las canciones de  Woody Goothrie o Pete Seeger  o las novelas de John Steinbeck o John Dos Passos, el drama particular y el paisaje social donde tuvo lugar. Si Hobo resulta verosímil y vital es porque el lector lee oyendo la música/historia de Skinny y como éste se deja «llevar por el canto de guerra» para acabar fascinado viendo «un viejo sin dientes, sentado en el porche de su chabola, que toca una guitarra aún más vieja y castigada mientras entona con insistencia una misma frases  cuyo significado se le escapa por completo».
Sin duda, la historia de Hobo podría haber dado lugar a una novela larga entretenida y plagada de aventuras, pero Juan Vico prefirió condensar en pocas páginas lo esencialmente perdurable que justifica el contenido de toda narración. De todo poema.

Entrevista realizada por Iván Humanes.

jueves, 13 de septiembre de 2012

ENTRE LEONES, Neus Aguado


Neus Aguado (Foto: A.T.)
Neus Aguado es una de las poetas mayores de la poesía en lengua castellana. Su producción se caracteriza por una escritura límpida con la que teje una urdimbre tan delicada como resistente a la acción corrosiva del tiempo y de lo superfluo. Entre Leones     (El Toro de Barro, 2002) constituye una pequeña joya de alto valor poético.

Desde su Paseo présbita (La Gaya Ciencia, 1982), Neus Aguado ha ido construyendo un universo poético propio fundado en una noción sustancial de la palabra a partir de la cual elabora metáforas de sentido que enlazan lo abstracto y lo concreto con extrema sutileza. No hay nudos en la textura del tejido poético de Neus Aguado. En Entre leones -número 23 de los Cuadernos del Mediterráneo editados por Carlos Morales- su voz se eleva desde las lindes del cuerpo y se hace oír con los ecos de esa espiritualidad  característica de los místicos españoles, en particular de Juan de la Cruz, y también de esa poesía amorosa árabe, como la de Hazn de Córdoba, e incluso la que trasuntan los libros bíblicos [Permite que espigue en tus campos / y que después me tienda a tus pies / como si fuese Ruth, como si fueses Booz].
Pero, si bien Neus Aguado, referencia a estos dos personajes que representan el amor como fruto de la abnegación y el sacrificio, la naturaleza de su poética se aproxima más a la sensualidad de Salomón. Es esta sensualidad la que, como una fragancia, da cuerpo al verso y al poema [Blanca hondura en tu voz / que espera ser abierta como una granada, en dos, / blanca hondura en tu voz / como un vino muy dulce...] que descubren lo esencial no del amor sino del vínculo amoroso, porque para la poeta, aquél sólo existe en su consumación y en la memoria de su consumación [He llegado a ti desde otros brazos (...) Acaricia mi cabellos, compartamos la belleza / y cumplamos con el ritual sagrado / y ya no importará si es siempre o nunca, / si es nunca o siempre]. El recuerdo se hace palpable a través de esa voz nutrida de sensaciones -sabores, fragancias, sonoridades, colores, texturas- que le hace decir Tú con tu voz tan blanca de avellana masticada o bien blanda y blanca la hondura manifiesta del decir y del callar, / la expectativa por abrir en dos / como dos nalgas finísimas, como las valvas que conservan el / secreto de los tiempos; / lo más oscuro y limpio.
Neus Aguado, en esta pequeña muestra de su poesía sustantiva que es Entre leones, no consiente el tópico y recrea, con delicadeza no exenta de perplejidad, el camino hacia «el centro» del amor a sabiendas de que su condición sagrada hace imposible alcanzarlo - y nombrarlo- y sólo es posible permanecer en el asombro del amor / orillarlo... porque el amor es el amor es el amor.

jueves, 6 de septiembre de 2012

UN ASUNTO MUERTO, Pedro Tellería




Un asunto muerto (Arte Activo Ediciones, 2011), de Pedro Tellería es una nouvelle que describe con calculado distanciamiento el estado emocional y psicológico de unos personajes a quienes les pesa, por activa o por pasiva, la losa del terror. La escandalosa rutina del miedo surgido del sueño romántico que deviene pesadilla y que se extiende, invisible y devastador, por el cuerpo de la sociedad.

El formato de nouvelle o novela corta adoptado por Pedro Tellería para desarrollar Un asunto muerto le sirve para dotar a la narración de la vigorosa intensidad que proporciona el cuento y al mismo tiempo de la  variedad de recursos de una novela propiamente dicha en cuanto a su extensión. Con estos elementos, Tellería obra una narración cuya escritura no lleva al lector a través del trillado camino de una trama o de una historia argumentada, sino a través de un clima de frustración existencial que es a la vez origen y consecuencia de la violencia,  el miedo y el sentimiento de culpa. 
Al evitar el lugar común, propio de tanta novela negra de consumo masivo, Pedro Tellería [d]escribe un cuadro emocional como trasunto vívido del terror y lo hace a la manera de los grandes maestros de la narrativa de la Guerra Fría, como Graham Green y John Le Carré, es decir, exponiendo con naturalidad el factor humano en el territorio delimitado por el sinsentido de la violencia ideológica. No es casual que los personajes sean un redactor todoterreno de revista y un ¿ex? terrorista que al convenir elaborar el relato del suicidio de otro terrorista descubren hasta qué punto la rutina de sus mutuas actividades ha corrompido sus identidades condicionando sus conductas hasta hacerlas vulnerables a la mecánica del terror.
La originalidad y la virtud de Un asunto muerto radican en la prescidencia de trama, hecho que subvierte radicalmente la concepción narrativa decimonónica canonizada por la posmodernidad, para dar cuenta a través del vínculo circunstancial de dos personajes antitéticos del drama personal y colectivo generado por la violencia terrorista, cuya justificación épica no traspasa los límites de una retórica del absurdo y, consecuentemente, no alcanza nunca la vida cotidiana de sus actores, porque en ellos siempre hay, como fondo de verdad, una frustración sublimada. «A lo largo de la vida [cuenta el terrorista al redactor] tomamos una dirección u otra, cambiamos de meta, nos convencemos de que nuestra identidad es en cada instante la que es. Sin embargo, siempre hay algo que está inmóvil, que no se altera, un plano que nunca cambia y que nos recuerda quiénes somos.[...] Quiero que sepa que la forma como entré en la organización no es un relato cargado de épica ni de ideales. La relación con mis padres nunca fue fluida». De lo cual cabe inferir que la realidad del terrorismo en Un asunto muerto es una entelequia, una realidad que tiene su fin en sí misma y que se nutre encauzando las frustraciones y los impulsos autodestructivos de los individuos de una determinada colectividad. 

viernes, 31 de agosto de 2012

LUGAR VERTICAL, Noni Benegas

Noni Benegas















En Lugar Vertical (Ediciones Igitur, 2012), Noni Benegas extrema su escritura poética forzándola a alcanzar esa frontera de la realidad donde el alma es aún humana y la vida se manifiesta con la perplejidad que causa su propio misterio. Este libro, que recibió el premio Rubén Darío de la Ciudad de Palma en 2011, constituye  una intensa y vívida radiografía del ser como acontecer.

La tesitura poética de Noni Benegas se fundamenta en una escritura de rigurosa precisión para aproximarse y explorar ese lugar donde late el origen aun a sabiendas de la imposibilidad de revelar el secreto último de la existencia humana. En la dimensión poética de Benegas ese lugar es ante todo una encrucijada en la que el ser puede ascender a la plenitud del conocimiento o hundirse en la quietud. La voluntad de ser requiere valentía [Mil corajes son útiles al estallar la mañana] para escapar de la inmovilidad, de ese «error del despertar» al tiempo muerto de la cotidianidad. La voluntad de ser es lucha, deseo de traslación, que rompe el cerco establecido por esas sociedades inamovibles de actos, que confronta la agilidad de las palabras con la lentitud del tiempo. 
Pero el tiempo no es sólo tiempo también es espacio, lugar, en el que la reiteración del gesto equivale a vida entregada, condenada a la esclavitud y a la aceptación resignada de la muerte como única realidad. Angustiado por este vacío espacial el ser se ve impelido a moverse para sentir el latido de la vida rechazando la aceptación sin cuestionamiento de las cosas [Yo creía que iba toda con las cosas],  interrogándose por ellas y por su naturaleza [¿Qué es esto que preparo / y por qué preparo? o Recorrer un código de errores / ¿por qué esto fuera de lugar? / ¿por qué eso herrumbrado?]  a partir de su  propio ser y estar: «¿Dónde soy?», «¿Qué soy¿», «Cuándo soy?», «¿Cómo soy?» [Volverme del revés / reptar anfibia, / mi anverso palpando el mundo / mi reverso oreando el cielo].
Todas estas preguntas son posibles para Noni Benegas a través de un lenguaje íntimo, fuera de la jurisdicción pública [Ese lenguaje, / semejante al abrazo / de dos estadistas grises / ante los flashes, / tenía altibajos / pero no tenía intimidad, / por ser de dominio público]. Resulta así que este lenguaje secreto, sacralizado por su intimidad, deviene pulsión onírica, fuerza liberadora que rescata al ser de su cárcel y lo impulsa hacia lo alto, lejos de la culpa y la resignación. Quiero un otoño / como si hubiera otoño / y esto fuera vida, escribe Noni Benegas con rebelde ironía certificando cuánto se ha acercado a ese lugar vertical / adonde hundirse o ascender, / ambas decisiones a tomar / entre vaivén y vaivén.

martes, 28 de agosto de 2012

EL DÍA MENOS PENSADO, Alberto Gimeno

















El día menos pensado (Alrevés, 2012), de Alberto Gimeno es una crónica del proceso destructivo de la memoria a causa del alzheimer y las consecuencias que ello comporta no sólo para quien sufre la enfermedad sino, sobre todo, para el entorno familiar más próximo. El hecho de que la historia parta de una experiencia propia del autor contribuye sin duda a que el libre transmita matices que en su conjunto hacen de él un libro intenso, tierno y desgarrador al mismo tiempo.

Definir El día menos pensado como una crónica no es gratuito. Alberto Gimeno no parece dispuesto a transigir con la ficción y procura notariar pormenorizadamente el avance devastador del alzheimer, un mal que parece haberse extendido como consecuencia de la prolongación de la vida humana sin que la ciencia demuestre tener el control sobre ella. Gimeno pone en escena a la madre y la tía del narrador, cuya memoria, uno de los fundamentos que determinan y condicionan la identidad y la personalidad de los individuos, va siendo devastada por la enfermedad. 
En tanto que el ser humano es carne y tiempo, depende de la memoria para establecer su vínculo con sus congéneres y las cosas del mundo. Gimeno sabe esto y lo introduce como elemento directriz de su crónica y al hacerlo logra trascender los límites que ésta comporta situando al lector ante la verdadera dimensión corruptora de la dolencia. Progresivamente, quienes sufren este proceso degenerativo de la memoria van extrañándose del mundo y viendo como extraños a sus habitantes y son algunos de éstos, generalmente los seres queridos, quienes se esfuerzan en impedir que no se alejen aun a sabiendas de que es una empresa condenada al fracaso. Salvo en sus islas de lucidez, estos náufragos de la realidad no sufren su alejamiento y de esa ausencia de dolor nacen códigos de conducta y de relación que llevan al límite la capacidad de resistencia de aquellos que los rodean sin reparar en el daño que infligen. Al mismo tiempo, en éstos va fortaleciéndose un sentido de una responsabilidad cada vez más amoral y aséptica, cuyo alcance, no obstante, depende tanto del amor como de la culpa o quizás de ambos sentimientos para afrontar el rencor y la ira gratuitos o situaciones en las que la obscenidad y la humillación hacen inútil todo atisbo de pudor.
Alberto Gimeno narra con crudeza no exenta de ternura y cierto humor la peripecia de una dolencia que trastoca el sentido de la vida poniendo de manifiesto la importancia del recordar lo vivido con aquellos seres queridos que van olvidándose del mundo y de sí convirtiéndose en otros, en sombras de lo que fueron, hasta hacerse extraños mientras esperan la muerte que los libere del mal del olvido y alivie el recuerdo y el quehacer cotidiano de los vivos. Con esta forma de narrar lo vivido, Alberto Gimeno cuestiona asimismo a quienes creen que la verdadera narración consiste sólo radiografiar la realidad al modo de los maestros decimonónicos. Alberto Gimeno cuenta un drama de alienación  y lo hace dejándose arrastrar por el natural fluir de una voz consciente, lúcida e imaginativa.

martes, 31 de julio de 2012

TESEO NO SALDRÁ DEL LABERINTO, José Florencio Martínez



Teseo no saldrá del laberinto (In-Verso Ediciones de poesía, 2012), de José Florencio Martínez es una metáfora de la razón extraviada en una civilización a la que el absurdo y el sinsentido parecen haberla  condenado. El poeta busca en el poema la luz de la antigua Grecia como el navegante el faro que lo guíe en medio de la tormenta.

Para José Florencio Martínez, la Grecia clásica aparece en su horizonte poético como un signo vívido donde anhela hallar la palabra reflexiva, el logos, dirá él, que le permita explicar y explicarse las causas por las que caen los muros de una cultura mayor. Como la Ifigenia de Goethe, José Florencio Martínez «busca con el alma la tierra de los griegos» (re)construyendo en la memoria los fundamentos vivos de la civilización, en la que el euro es moneda de cambio. Pero en este empeño descubre que la luz y la belleza, que ya provocaron hace siglos otro renacer, han quedado fijadas en un arte que, por aspirar a la perfección las congeló salvaguardándolas de la acción corrosiva del tiempo. Como esas estatuas del jardín, donde atisbamos el torso de una diosa [...] su proporción hiriendo las pupilas, / congelando su dicha y su caricia.
Pero aun así, el poeta no se rinde y se entrega al latido hondo de los mitos - el mito  / decanta en nuestro pecho su delirio- para sorprender a los héroes  y a los dioses jugando a los dados y constatar una vez más que las guerras no son otra cosa que una confusión de «instintos y palabras». Las palabras que duelen más que la belleza cuando los hombres, venciendo su narcisismo, pierden sus máscaras y ven los que sus rostros vulnerables dicen. La belleza dolía más que el verbo / y en la faz de la fuente se vertía o Representas. Te duele la palabra. / La belleza es terrible. Sin la máscara, / tú mismo eres el monstruo y la penumbra. Y duele porque es misión de la palabra representar el cosmos y el acto del habla un conjuro de misterios gozosos. Este es el impulso que el poeta sigue arrastrado por el «nostos», la nostalgia del pasado aun a sabiendas de que no se puede volver, pero al que se orienta porque remar es la vida y la esperanza. Se vuelve por el mismo motivo que Ulises, -como el salmón retornas al amor, / al origen del mar y de la muerte-, para reconstruir en lo que queda de Ítaca la vida futura. A ella se vuelve, quiere el poeta, para no rendirse a la desesperanza y al olvido.
Al modo de los grandes poetas románticos -pienso en Novalis, en Hölderlin-, José Florencio Martínez hace de este conjunto de poemas algo más que un homenaje a la Grecia clásica y arqueológica. Teseo no saldrá del laberinto es un canto a la poderosa fuerza de los mitos que alumbraron la cultura y la civilización occidentales sobre los fundamentos de la razón. Teseo no saldrá del laberinto, viene a decir el poeta, a menos que el hombre moderno, angustiado por sus propios despropósitos, vuelva sobre sus pasos, recobre el hilo umbilical, alcance la nave y reme enfilando su derrota hacia la patria del logos.

lunes, 23 de julio de 2012

MERIDIANO DE SANGRE, Cormac McCarthy


Meridiano de sangre (Random House, 2010, 4ª ed.  Debolsillo, trad. Luis Murillo Fort), de Cormac McCarthy es una de las mayores novelas escritas en la segunda mitad del siglo XX. Una obra que desdice con autoridad la vigencia del canon de las formas decimonónicas, tan caras al mercantilismo neoliberal, y al mismo tiempo expone sin eufemismos la encarnadura del mal en el alma de los hombres.



Un hecho histórico -la contratación, en 1849, por el gobernador mexicano de Chihuahua de la banda mercenaria del capitán Glanton para exterminar apaches-, es el punto de partida de un descenso al corazón de las tinieblas, donde habitan personajes como el capitán Galton y, sobre todo, el juez Holden -trasuntos del Kurtz-, cuyas vidas son pálpitos puros del mal.  
A diferencia de Joseph Conrad, Cormac McCarthy no se vale de un marinero como Marlowe, cuya educación moral lo salva de la seducción del horror, para penetrar en su tenebroso territorio, sino de un adolescente, «el chaval» -el único personaje sin nombre-, que carece de esa educación y que no conoce otra forma de sobrevivir que la violencia. Son los ojos de este muchacho los que descubren al lector el áspero paisaje por donde cabalgan, como jinetes del apocalipsis, esas almas corrompidas por el espíritu de la guerra. «La guerra es Dios», dice, como justificación de la amoralidad que fundamenta sus vidas, el juez Holden al muchacho, el único que, a pesar de todo, ofrece alguna resistencia a dejarse fagocitar por la naturalidad del mal, que prevalece en el mundo y en la conducta humana. McCarthy parece decirnos con su planteamiento que es en el seno del mal donde se libra la verdadera lucha de la supervivencia humana. 
Cormac McCarthy
Otros factores que contribuyen a hacer de esta novela una obra maestra sin duda son los recursos técnicos y el lirismo de la prosa, que constituyen un rasgo característico de su estilo. Aquí resultan decisivos para el dinamismo narrativo, que no debe confundirse con acción histérica, la articulación de los diálogos en el texto y el uso inteligente de los tiempos verbales que rompen las ligaduras argumentales para expresar de manera más significativa y abarcadora la complejidad de la condición humana y de la realidad que ésta genera. En este sentido, el carácter poético de la prosa de McCarthy, en la que es evidente la influencia de Faulkner, confiere a su escritura esa fuerza arrebatadora que levanta la piel y eviscera dicha realidad para que el lector tenga las visiones orgánicas y fantasmales de ella. «Aquella noche atravesaron una región salvaje y eléctrica en donde extrañas formas blandas de fuego azul corrían por el metal de los arreos y las ruedas de los carros giraban como aros de fuego y pequeñas formas de luz azul pálida iban a posarse en las orejas de los caballos y en las barbas de los hombres». 
Tras la lectura anterior de La carretera, la relación con Meridiano de sangre surge espontáneamente y no puede evitarse pensar que aquélla es la sustanciación conceptual de ésta, donde el universo de McCarthy aparece desollado, exhibiendo el pálpito y las tensiones de su tejido muscular antes de que el absurdo estalle y su onda expansiva arrase el mundo. En este punto, también son, o pueden ser, objeto de comparación los finales de ambas novelas. Si bien el de La carretera no parece estar a la altura de su desarrollo, el de Meridiano de sangre es un portento literario, en el que se hace patente el magisterio del autor y su compromiso con el relato. En este final, se pone de manifiesto la inteligencia del autor, para dar una proyección mítica y perdurable al relato y al mismo tiempo poner al lector desnudo ante la naturaleza de las dos portentosas fuerzas cuya confrontación sostiene la narración. Quizás por la crudeza poética del final fue que McCarthy añadió un epílogo donde se ve un hombre que camina por la llanura haciendo agujeros en la piedra, de la que el acero de la herramienta saca chispas. A cierta distancia siguen al hombre «los nómadas en busca de huesos y los que no buscan nada y avanzan a sacudidas [...] y en su avance cruzan uno tras otro ese rastro de agujeros que va hasta el límite mismo del terrino visible y que parece menos la búsqueda de una permanencia que la verificación de un principio, una confirmación de la secuencia y la causalidad como si cada perfecto agujero redondo debiera su existencia al que le precede...». Imposible no interpretar esta obra maestra como una soberbia parábola de la sinrazón que corrompe el alma humana y que se perpetúa a través de las guerras, del genocidio, de la barbarie, individual y colectiva sobre la que se ha construido nuestra civilización.

viernes, 29 de junio de 2012

LA REALIDAD Y SU SOMBRA, Emmanuel Lévinas
















La realidad y su sombra (Trotta, 2001, trad. Antonio Domínguez Leiva), es un pequeño y revelador ensayo  de Emmanuel Lévinas, que trata de la «tensión infinita del arte», tal como titula Antonio Domínguez Rey su introducción. Acompañan a La realidad y su sombra otro pequeño ensayo titulado Libertad y mandato, y Trascendencia y altura, una conferencia dictada en La Sorbona seguida de un diálogo con Jean Wahl.

El pensamiento de Emmanuel Lévinas establece un enlace crítico entre la fenomenología de Husserl y el existencialismo de Heidegger y propone una filosofía de la experiencia ética la cual se manifiesta cuando el sujeto pensante se reconoce en el rostro del otro y puede «pensar más allá del pensamiento», según quería Descartes. Para Lévinas la realidad básica queda oculta o distorsionada por las formas y recursos con que la percibimos y es el artista -poeta, músico, pintor- quien puede trascender estos obstáculos y «decir lo inefable» y al hacerlo su «obra prolonga y supera la percepción vulgar» y capta aquella realidad en su esencia irreductible.
«Allí donde el lenguaje común abdica, el poema o el cuadro hablan». De este modo, al mismo tiempo que la obra consagra la imaginación como una forma de «saber de lo absoluto», la realidad artística resulta más real que la realidad. Sin embargo, como toda producción humana, la obra es vulnerable a la acción erosionadora del tiempo que actúa indefectiblemente sobre sus imágenes, sean éstas plásticas, musicales o literarias. Por esta razón el artista debe luchar contra la inmovilidad que comporta el argumento y abrir una grieta en el relato por el que pueda fluir la vida. «La novela [el argumento] encierra los seres en un destino pese a su libertad». Se trata de una lucha ardua, porque si bien el artista abre el espacio a través del cual el ser puede trascender, no puede evitar la inmovilización de su sombra. «La duración eterna del intervalo en que se inmoviliza la estatua difiere radicalmente de la eternidad del concepto -es el entretiempo, jamás acabado, que dura todavía- algo inhumano y monstruoso».
En Libertad y mandato, Emmanuel Lévinas confronta las dos nociones a partir de la idea de que «mandar es actuar [verdaderamente] sobre una voluntad». Esta acción independiente y externa no puede ser sino libre, pero al mismo tiempo, la libertad «es lo que se niega precisamente a sufrir una acción». Esto lleva al pensador lituano-francés a recurrir a Platón y considerar como él que el mandato consiste en «estar de antemano de acuerdo con la voluntad sobre la que se manda». Pero esta vía tampoco parece resolver la contradicción pues el pensamiento libre no es sólo conciencia de una tiranía que actúa sobre la animalidad del hombre a través del miedo y el amor. «Sócrates ajusticiado es libre», dice Lévinas, tiene una muerte poética, sus amigos le son fieles, su pensamiento persiste, «pero sabemos que las posibilidades de la tiranía son mucho mayores. Dispone de recursos infinitos, del amor y del dinero, de la tortura y del hambre, del silencio y de la retórica. Puede exterminar en el alma tiranizada hasta el poder mismo de ser ofendido, es decir, hasta el poder de obedecer bajo mandato». Ante esta realidad parecería que sólo cabe el alma esclava, pero es aquí donde, sosteniéndose en la idea de la tradición republicana de que la libertad no es un derecho que emane de la naturaleza sino de las leyes, Lévinas levanta el «Estado justo» como muro protector de los individuos frente a las amenazas que se ciernen sobre su libertad. «Es el único medio de preservarla de la tiranía».